Scott Freeman es un detective que trabaja para la policía encargada de perseguir a aquellos ciudadanos desobedientes que leen La Novela Prohibida. Sin quererlo, en su próxima asignación Scott sacará a la luz un oscuro secreto que el régimen no quiere que se sepa, también descubrirá quien asesinó a su peque?o hijo hace 15 a?os, y cuál es La Novela Prohibida.
"Verás cómo los males que devoran a los hombres son fruto de su elección; y que esos desventurados buscan lejos de sí los bienes cuya fuente poseen".
Los Versos Dorados.
........
?Allí esta! El hombre que desgració su vida, justo en frente de sus ojos, a pocos metros de su mano vengadora; el seguro del arma antigua resuena en las paredes de la peque?a habitación, el objeto inanimado está listo también. Ahora, toda la furia de más de una década, se decanta sin parar hacia un inevitable final. La luz de una vela alumbra el rostro del asesino; es más joven de lo que se imaginó. En sus manos; un ejemplar de la novela prohibida; sin alma pero poderosa, lo alimenta.
Ya no recuerda cómo llegó allí, su mente está en blanco e inundada de pasiones incontrolables, vacilante le apunta, las lagrimas inundan sus ojos; al fin te tengo, musitó. El hombre separa sus ojos de la novela y le dice: Buenas noches, detective, recuerda cómo llegó aquí...
Parte I: Nigredo
Sonriendo, cual espíritu ingenuo, Scott regresó a la conciencia, la antorcha que lo guió; la suave e inocente voz de su peque?o hijo. ?Levántate, Padre! Le susurró al oído.
Mas la dura realidad lo abatió sin piedad casi de inmediato. Mi hijo murió, se dijo a si mismo antes de abrir los ojos. Automáticamente, su sonrisa se borró, y su rostro se cubrió rápidamente con la máscara del dolor, entonces, el sufrimiento se convirtió en el aire que respira, y su razón de existir.
?Qué razón más triste de vida esa que tienes! ?Eh? le dijo una voz sin género que parece emanar de las oscuras profundidades de su subconsciente. Y, si lo encuentras... ?Qué? Continuó sinuosa, ?Lo mataras? Y luego ?Qué? Tu vida seguirá siendo igual... ?igual de vacía!, qué no te das cuenta que eres un esclavo igual que los demás, la venganza no llenará el vacio, la venganza no te lo devolverá. Concluyó.
?Silencio! Gritó Scott poniendo fin a la violenta diatriba de aquella voz. ?Si lo encuentro descansaré! ?Mi alma agobiada descansará! Decretó con sus brazos levantados hacia el cielo, como si estuviera tratando de ahorcar el techo de madera de sauce sobre su cama. Sin embargo, aquella voz nunca se callaba, siempre estaba hablando, revolcando cada parte inmaterial de su ser. Era batalla, tras batalla; convirtiendo sus días en viajes a través de un precipicio escarpado rodeado de oscuridad, desde donde solo podía ver al sol oscuro emanar y morir en el horizonte.
Arrastrando sus pesados pies, Scott salió de su cama. Han sido quince a?os, y sigues igual, continuó aquella voz. Esta vez, él la ignoró y trató de arreglarse lo más rápido que pudo para ir a su trabajo, que era lo único que mantenía su cordura en una pieza. Perseguir a aquellos que violaban las reglas del régimen era el carbón que movía su deteriorada locomotora.
Con su ce?o fruncido, Scott se enfrentó al tráfico, maldijo como lo hacían los demás, escupiendo sus frustraciones hacia un enemigo invisible y abstracto que lo único que hace es, devolverlo todo al instante; convirtiendo el insulto en un círculo vicioso. Scott se desayunó así, su propia ira, pudriendo su alma aún más, alimentando la voz sin género que agradecida vocifero dentro de él:
Esclavo eres, esclavo morirás.
Como sucede todos los días, el detective Scott Freeman dejó su auto a dos cuadras de su lugar de trabajo, para él esas dos cuadras eran muy difíciles de caminar, no porque estuvieran en una loma, era el ambiente, la podredumbre, la hediondez en la que se había convertido la sociedad lo que asqueaba a Scott. Ciudadanos, como zombis, caminaban mirando una pantalla que les decía que hacer y cómo hacerlo, mientras ignoraban a todo ser vivo que estuviera a su lado. ?Absurdo! Se repitió a sí mismo. Además, tan pronto se ponía un pie en la calle, los drones publicitarios que volaban a poca altura, casi tocando las cabezas de los ciudadanos, comenzaban con su tarea de espiar las ondas cerebrales de las personas para luego transmitirles mensajes publicitarios directo al hipotálamo. Por alguna razón inexplicable, un dron de esos, todos los días le transmitía a Scott el mismo comercial en el que se veía a una feliz familia comer una sabrosa hamburguesa en el mismo establecimiento en el que él, todos los días, come solo.
?Maldita sea! ?Aquí viene otra vez ese comercial! Protestó Scott, al mismo tiempo que podía sentir el sabor de la carne en su boca, y escuchar las voces de la mujer y el ni?o.
Scott aceleró su paso, el dron lo siguió cual depredador, mientras le enviaba más y más comerciales de familias felices, Scott sintió que su cerebro era violado, sodomizado sin piedad; unas vacaciones en Disney, la nueva película familiar, el nuevo parque de diversiones, y la ultima camioneta en donde, cómodamente, cabe una familia de más de cinco integrantes. Sintió ganas de gritar, de correr, de clavarse su lápiz directo en su frente. ?Eres un cobarde... y nunca lo harás! Le decretó su némesis interior.
Parte II: Albedo.
El edificio de la policía del régimen, es una enorme pirámide de más de 50 metros de altura, su color es negro, tan negro como el petróleo, tan oscura como una noche sin estrellas, o como las profundidades del espacio inexplorado. Su punta es dorada como el sol, y simboliza el control omnipresente que tiene el régimen sobre todos sus ciudadanos. La pirámide puede ser vista desde cualquier punto de la ciudad, desatando el temor en todos, es como una enorme bestia a punto de embestir a la cual no se le puede ver a los ojos, pues lo interpretaría como una afrenta a su dominio. ?Nunca la mires! Le decía su padre a Scott cuando este era tan solo un ni?o. ?Baja tu mirada cuando estés cerca de la pirámide! Ella merece nuestra sumisión.
Sobre la enorme puerta giratoria de la estructura piramidal había un enorme Fasces romano de más de 5 metros de altura, dorado y brillante como el sol un 21 de junio a las 2 de la tarde. Debajo de la enorme arma romana, se lee la frase en letras doradas: "Obedentia civium, urbis felicitas". Esta frase siempre despertaba en el detective Freeman un patriotismo salvaje, ciego y energúmeno, que lo carcomía de adentro hacia afuera como una infección.
-?Hey, Scott! Le gritó un hombre que salía de la pirámide oscura, mientras blandía un papel como si fuera una espada.
Era su compa?ero Oliver, y traía para él, una nueva asignación. Debe ser algo muy importante, pensó Scott, para que Oliver salga así, corriendo, excitado como un gato en celo. ?Qué te pasa? Gritó Scott.
-?A que no adivinas? Profirió Oliver. Alguien leyó la novela prohibida y lo debemos capturar.
?Alguien se atrevió a leer la novela prohibida? Se cuestionó a si mismo Scott, mientras veía a Oliver acercársele.
-?Puedes creerlo? Le dijo Oliver a Scott cuando arribó a su lado. Nosotros atrapamos al último que leyó la novela prohibida, y hoy atraparemos a otro desobediente. Concluyó sonriente.
-Sí, es increíble... - Contestó con algo de sorna Scott, pues el último desobediente, como lo clasificó Oliver, cometió su crimen en el preciso instante en el que el hijo de Scott era asesinado.
La sonrisa de Oliver se borró. Lo siento, le dijo a su compa?ero bajando su mirada, fui muy insensible, a?adió.
-No te preocupes – Contestó Scott.
-?Crees que se desate otra ola criminal como la de hace 15 a?os?
-Esperemos que no – Decretó Scott.
No solo la pirámide era visible desde cualquier punto de la ciudad. El cubo negro también lo era. La prisión más segura del mundo, se jactaban los líderes del régimen cuando se referían a ella. Los ciudadanos le temían aun más, que la misma pirámide, pues sí la sede de la policía parecía una bestia dispuesta atacar, el cubo negro era el infierno en el que terminaban los desafortunados luego de ser escupidos por esa bestia.
Una puerta giratoria era la entrada a la enorme edificación cubica. A Scott siempre le pareció extra?o las puertas giratorias de los edificios del régimen, él siempre creyó que tras este peculiar detalle, se escondía algún tipo de simbolismo que comunicaba un mensaje que solo unos pocos podían entender. Sobre la enorme puerta de vidrios negros había también un Fasces romano plateado, y bajo este, una frase que decía: "Obscuris vera involvens". Otra vez, ese idioma extra?o, el cual Scott no entendía.
?Te parece normal tanto control, Scott? Reanudó su diatriba aquella voz, esta vez con cierto tinte anarquista. Sales de tu casa y te encuentras con 1000 cámaras apuntándote, grabando cada gesto que haces, sobre ti, sobrevuelan drones que, literalmente, se meten en tu cerebro y estropean tu mente. Estas rodeado por miles de micrófonos que pueden captar hasta el más mínimo sonido emitido por tu cuerpo ?Pueden escuchar hasta una flatulencia! No sé como permiten que esa entidad abstracta llamada régimen controle cada aspecto de sus vidas ??Por qué no ejercen esa sagrada soberanía que tienen sobre sus cuerpos y mentes, y que fue un regalo del creador?! Ya no eres inocente hasta que se demuestre lo contrario, ahora, eres culpable hasta que demuestres lo contrario. Nada mas mira lo que te pasó a ti Scott; por estar persiguiendo a un tipo; cuyo único delito fue leer una novela, no estabas al lado de tu hijo en el momento de su asesinato. ?Si hubieras estado allí, él no hubiera muerto! Concluyó.
-?Cállate! – Susurró el detective
-?Te pasa algo Scott? Preguntó Oliver, cuando ambos se aprestaban a entrar en el salón en donde van a entrevistar al prisionero. Scott negó con su cabeza.
Los detectives encuentran al hombre sentado en una silla de metal. El prisionero está totalmente desnudo, su columna vertebral está cubierta con una especie de tubo metálico escamoso de 10 centímetros de ancho, que se extiende, cual telara?a, por todo su cuerpo. ?Esto es repugnante! Pensó Oliver.
-?Oh por dios! – Profirió con sorpresa Scott.
-?Tienen solo cinco minutos, detectives! – Ordenó una voz masculina que salió de un intercomunicador ubicado en una de las esquinas del salón.
-Buenas, detectives, musitó el prisionero a través del aparato que tapa su boca. Veo que le ha afectado verme así, a?adió.
-Se equivoca -Contestó tajante Scott, mientras se sentaba en una silla.
-?Qué quiere de mi? ?No le bastó con robarme mi libertad hace 15 a?os?
-?Respétenos! – Exigió Oliver.
-Si nos colabora, podemos hacer que su sufrimiento sea más... eh... aguantable...
El prisionero emitió una sonora carcajada, que fue interrumpida por una descarga eléctrica emitida por la telara?a metálica que rodea su cuerpo. El hombre vomitó; el chorro del asqueroso liquido marrón salió disparado por los bordes de la telara?a, Scott, y su compa?ero, se levantaron de la mesa para que el líquido marrón no los salpicara.
-?Detengan el castigo! ?Necesito hablar con este prisionero! – Le gritó Scott al intercomunicador. Pero no hubo respuesta.
La descarga cesó, los detectives se sentaron nuevamente.
-"?Oderint dum metuant!" – Gritó el prisionero, tras escupir un poco de vomito junto con varios de sus dientes.
-?Qué? – Preguntaron al unisonó los detectives.
-"Déjenlos odiar, mientras teman" – Contestó el prisionero – Eso expresó alguna vez Calígula, y ?Qué es el temor? ?Odio! La mayoría de las veces odiamos lo que nos puede liberar... ?Miedo a la libertad! ?Eso es el odio! – Una vez más el prisionero fue interrumpido por una descarga eléctrica, esta vez mas fuerte. Scott se levantó de su silla de forma espontanea para tratar de ayudarlo. Ese gesto causo cierto estupor en Oliver ?Qué haces? Preguntó.
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