En el reino de Ravenshaw la vida de Arabella de Ravenshaw se tejió entre las sombras de la soledad y las alianzas forzadas. Nació en la opulencia de una familia noble, cuyo destino estaba entrelazado con el poder y la riqueza, siendo odiada y a envidiada por todos. Su boda con el rey Alaric de Darkhaven un hombre con mala fama, frío y cruel, fue una fusión de dos familias poderosas. Este matrimonio, forjado por un acuerdo entre ambos reinos para mantener el estatus social y consolidar la posición real, los convirtió en socios con iguales deberes y derechos. A ojos del país, eran una unión entre las familias más influyentes. Pero tras el resplandor de la sociedad, su existencia se asemejaba a la de dos desconocidos apenas tolerándose mutuamente. Él la odiaba, la veía como el problema que arruinó su vida. Pese a sus obligaciones, apenas cruzaban palabras. Vivían una farsa de matrimonio de cuatro meses, que parecía tratarse de largos años. Después de asegurarse en el trono, el rey Alaric ya no tenía uso para ella. La corte la miraba con desprecio, considerándola la infame reina de Darkhaven. Y como si fuera poco, él también ansiaba un divorcio. No obstante, en medio de la desesperación, un acontecimiento inesperado tuvo lugar; la reina quedó embarazada. Al extenderse aquel rumor, las miradas inquisitivas seguían a la reina. Su embarazo no solo desafiaba las percepciones arraigadas, sino que también sembraba la semilla de la duda sobre su relación con el rey.
Arabella, con la resolución ardiente en sus ojos, decidió cambiar el curso de los acontecimientos en la corte. Sabía que debía forjar nuevas alianzas y ganar poder para enfrentar las sombras que se cernían sobre su reino.
-En la corte, debo ser más que una reina de nombre. Debo ser una fuerza para tener en cuenta.
Arabella convocó a una reunión discreta con la única persona que le había prometido lealtad; sir Tristan. Juntos, trazaron una estrategia para consolidar su posición en la corte, sembrando semillas de influencia que eventualmente florecerían en campos de poder.
-Mi reina, su astucia será nuestra mejor arma.
Mientras tanto, en los salones del castillo, el rey Alaric compartía un momento íntimo con la señorita Donatella. Las sombras del celo se deslizaron sobre Arabella mientras observaba la escena desde la distancia.
-¿Qué juego estás tramando, Donatella?
Los celos encendieron una chispa en el corazón de Arabella, quien, en lugar de dejarse consumir por la envidia, decidió convertir esa chispa en una llama que avivara su estrategia.
Arabella sonrió con astucia.
-Juguemos este juego, Donatella. Pero yo escribiré las reglas.
Arabella, estratégica y decidida, inició su ascenso en la intrincada telaraña de la corte de su esposo. Con cada movimiento calculado, tejía su influencia mientras evitaba cuidadosamente las trampas dispuestas por aquellos que buscaban su caída.
Tras cumplir cuatro meses de embarazo, Arabella consultó médicos en todo el reino y los mantuvo cerca de ella. Su idea era ganarse a los nobles y príncipes que la despreciaban por ser hija del enemigo, así que en un principio su plan consistía en hacerse conocer en eventos y fiestas... Nadie podría negarse si el mismo rey convocaba un festín para celebrar la presencia de un heredero. Convencerlo había sido difícil, pero finalmente Arabella tenía el banquete en sus manos y podría darse a conocer a quienes todavía no habían jurado lealtad.
El gran salón del castillo se iluminó con candelabros centelleantes, mientras la nobleza se congregaba para el evento de gala más destacado del año. Arabella, ataviada con un vestido deslumbrante que resaltaba su elegancia, avanzaba con gracia por el salón, dejando a su paso una estela de admiración y susurros.
-¿Han visto alguna vez a alguien tan radiante? -susurraron las cotilleras.
-La reina Arabella siempre trae consigo un aire de sofisticación -acotó otra-. Luce diferente, parece que su relación con el rey ya no es tan tensa... Parece una verdadera reina y no un esbozo de nervios y pena.
Arabella, con su inteligencia y gracia, se adentró en la multitud, entablando conversaciones que eran una amalgama de diplomacia y astucia. Su habilidad para mezclar temas culturales con asuntos de estado la destacaba como una líder no solo en título, sino también en habilidad. Se sintió satisfecha consigo misma, pues a pesar de no haber sido favorecida por su padre y mucho menos por su marido, nunca desperdició tiempo y ordenaba que a escondidas le llevaran libros a sus habitaciones y así aprender sobre la historia que existía entre ambos reinos rivales.
La reina Arabella sonrió con nerviosismo al acercarse a Lord Harrington, quien en muchas ocasiones había estado en contra de su matrimonio con el rey.
-¿Lord Harrington, ha tenido oportunidad de explorar las artes en nuestra ciudad? -preguntó mientras trataba de verse segura.
Lord Harrington se veía asombrado al verla de pie justo en frente y sin el más mínimo atisbo de miedo o nerviosismo.
-Vuestra Majestad, esta vez me ha sorprendido con su conocimiento en cada rincón de la cultura.
La reina Arabella, con maestría, dirigió las conversaciones hacia los temas que le interesaban, mostrando su inteligencia en cada palabra pronunciada. No solo se destacaba por su belleza, sino por la profundidad de sus conocimientos y su capacidad para conectar con cada miembro de la corte.
-Realmente, la reina Arabella tiene el don de iluminar cualquier conversación -se escuchaba cada vez que la reina exhibía sus conocimientos
Arabella no solo ganaba el respeto, sino también la admiración de la corte. Sus intervenciones eran como obras de arte, meticulosamente diseñadas para dejar una impresión duradera en aquellos que la rodeaban.
-¿Pueden creer que nuestra reina sabe tanto sobre música como sobre asuntos políticos? -reclamó la señorita Donatella con un tono de burla.
Arabella, se estaba destacando en el evento de gala, dejando claro que su influencia no se limitaba a los salones de reuniones, sino que se extendía a cada rincón de la cultura y la sociedad. La corte, cautivada por su sabiduría, la aclamaba como la verdadera reina de la inteligencia y la gracia. Sin embargo, la envidia de algunas mujeres como Donatella empezaba a empañar su plan para mejorar su imagen pública.
-¿A qué te refieres, Lady Donatella?
-Bueno, quizás no es un tanto... No es exactamente lo que se esperaría de una reina.
Arabella conservó la calma mientras todos los asistentes contemplaban curiosos la respuesta de la reina.
-Los gustos varían, ¿no crees que la variedad es lo que hace la vida emocionante? -cuestionó Arabella.
Donatella frunció el ceño.
-Claro, variedad. Pero la elegancia y la sofisticación deben mantenerse, incluso en un evento tan... importante.
-Lady Donatella, cada uno tiene su propio concepto de elegancia. No todos aprecian la sutileza, algunos prefieren un toque de audacia -zanjó con voz dura-. Llámalo inteligencia.
Donatella se enrojeció por la vergüenza y miró airada a la reina.
-Supongo que es cuestión de perspectiva. Aunque, debo decir, algunas elecciones podrían afectar la imagen de la corte.
-La verdadera elegancia reside en la autenticidad, Lady Donatella. Si bien valoro tu opinión, creo que cada uno tiene derecho a expresarse a su manera.
-Por supuesto, vuestra majestad. Aunque algunos podrían considerar que ciertas expresiones son un tanto... Plebeyas.
Arabella sonrió con ligereza, mostrando apenas sus dientes.
-La imprudencia también tiene su lugar en este mundo. Pero, me pregunto, ¿cómo prefieres que sea la próxima fiesta? Creo que deberías pedirle personalmente al rey que te conceda realizar un destín con grandes dimensiones.
Donatella sonrió con astucia.
-Menos exceso, más refinamiento. Esa sería mi sugerencia.
-Entendido, Lady Donatella. Tomaré en cuenta tu perspectiva para futuros eventos. ¡Espero que encuentres algo que disfrutes en esta fiesta, mi fiesta!
Donatella, con una mirada crítica, se alejó, dejando a Arabella con una sonrisa que reflejaba la confianza de una reina que no teme desafiar las convenciones establecidas. La noche continuó, pero las tensiones entre ambas mujeres permanecieron en el aire.
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