ma a su amiga, no lo aceptaba, claro que no, continuo con su monologo, mientras se quitaba el saco, luego la camisa, y las manos de Dulce hormigonaban, no pudo evitar que un suspiro saliera de sus lab
más de una ocasión se comportaban como animales, esos pequeños gestos la de
da a sacudir su cabeza, quizás quitando algún pensamiento pecamin
za y acto seguido se lanzó a la cama, ahogand
, que solo podía pedirle a Dios, hacerl
lce, o quizás ya se había acostumbrado a que lo viera de esa forma, en especial cuando estaba en t
o o como mi mejor amigo? - rebatió a
se recostó y giro un poco su torso, grave error, nunca bajes la guardia cuando en frente tienes a un depredador, sin importar que sea tu amigo y lo conozcas desde pequeño, había aprendido esa lección, cuando tenía 12 años y Tina, su cachorro de t
ndido al sentir a la joven colo
nojado. - rebatió con una son
l, el demonio de Chicago, y todo porque la traviesa princesa movió sus caderas, provocando una
que no es consciente de lo que hace, pero a la vez se retorció e
z de Pedro sonara más ronca aun, se podría
manos al pecho desnudo de su amigo, provo
o las manos de la joven, porque no podía creer que
o que se mecía de un lado al otro, ocasionando que la humedad de la princesa
en vio como su resistencia caía, como si fuera una casti
or unos segundos, hasta que reacciono y no fue lo único, Pedro giro sobre sí mismo, aprisionándola debajo de él, llevando el beso
rente a ella o, mejor dicho, sobre ella, estaba su victoria, Pedro acariciaba su cuerpo a la vez que se deshacía no solo del vestido, también de la ro
edr
u vagina, subía y bajaba, repartió roces y presión en los puntos precisos, cuando Dulce comenzó a elevar su cadera y jalar su cabello no se alejó, simplemente fue a su otro pecho, dándole la misma atención que al primero, y avent
Di
nto no lo pudiera explicar y lo obligara a cerras su bellos ojos, incluso su voz, que solo ella y sus padres eran los privilegiados de escuchar, ahora no estaba, solo pequeños sonidos de placer y ella se perdía en cada sensación, sin saber muy bien que
Pe
izás solo era lo excitada que estaba, o por el hecho de estar con quien amaba, porque para ella ya no había duda,
do, Pedro era especial, único, ella lo sabía, su temperamento, su humor y sus necesidades eran un torbellino, uno que a veces lo llevaban a ser demasiado brusco, sin embargo ahora se estaba conteniendo y solo porque estaba con ella, se oblig
Yo
mo Ver
como si la hubieran matado y quizás así era, Pedro había arrancado su corazón, lo había destrozado,
¿qué mierda hice? - dio un puñetazo a la pared, mientras Dulce se sentaba en esa cama que solo unos segundos antes le había parecido el mejor lugar del mundo y ahora se sentía como el mismo infierno. - Esto
os esos años juntos, fue por pena, ¿Cómo no se dio cuanta? En qué mund
na, ni siquiera era una De Luca, ella era Dulce Constantini, la princesa de Chicago, y un Constantini
e no solo estaba su familia, sino también el tío de Dulce, el Don de Chicago acabaría con él antes de que pueda dar una explicación, pero,
ostraba que había tomado la inocencia de su amiga estaba allí, brillante y fresca, riéndose de su desgracia, no supo cuánto tiempo e
Chicago... más pareces un perro vagabundo. - giro con sorpresa, nunc
ulc
uerta, y tus palabras para quien quiera escuchar esa horrible y tenebrosa voz que tienes. - retrocedió dos pasos sin comprender
ince
, haz de cuanta que morí y por tu
, ¿cuánto tiempo había perdido regodeándose en su error que no la vio arreglarse? Mucho menos preparar su maleta, y solo eso lo hizo reacciona
a te tiene loquito. - dijo co
ir algo, preguntar porque todas las mujeres de la fa
edro con la vista fija en Dulce, quien estaba hablando con Alejandra, como si no se percatara del hecho de
do y lo odiaba, detestaba tener u
o podía verla a ella, su amiga, la que siempre hacia mil cosas para que él hablara, desde que era una niña, y la cual le había pedido que no le dirigiera nunca más la palabra. - ¿Comprendiste? - Pedro vio a su padre y el rubio sonrío. - Solo asegúrate de i
ía, él no diría nada, trataría de conseg
as mujeres al hotel elegido para la recepción, entro al chat familiar, ese donde
quí, quiero volver a casa. - fue todo lo que escr
la idea que fueras
con enemigos.
Rocco coloco emojis de una car
rioso Salvatore, pues el de ojos negros sab
ija. - Leonzio podría tenerle cierto cariño a Pedro
so? - ind
erma? - preg
uso por mensajes podía sentir su nerviosism
é no nos avisó? - Lupo envió el mens
su móvil. - informo
nos temblaban y trato de controlarse al ver la forma en la que Alma la veía, la estaba analizado. - No quiero molestar
sta tu padrino, el ángel de la muerte no es tu ene
zar la universidad... no quiero ver a Pedro. - su mensaje causo ta
ros. - dijo Marco, haciendo referen
odiara... solo sáquenme de aquí, o no sé lo que hare. - mentiría, a su fami
mo. - fue el último
no estaba allí, sino recreando el momento más hermoso y horrible de su vida. Te amo Verónica, fue lo que sus gruesos la
, sus padres llegarían por ella cuando la ceremonia religiosa acabara, por lo que no debía perder tiempo, no quería que sus padres irrumpieran en la
on picardía y ella solo quer
ba enfrente a la suya, no se sorprendió de ver el traje a medida
e le ocurrió que era una buena idea reencontrarse con sus viejos ami
gras y aunque la santa de Alejandra los tenia del mismo color, los de Giovanni tenían ese brillo de maldad que la l
olor ámbar y le ofrecía una al tiempo que la veía con una enorme sonrisa en los labios. - Gracias. - dijo tomando
r tu bien y tu solo te burlas de mí. - el rubio bebió
del italiano tartamudeo unos segundos, sonaba
a, como siempre y para variar, en verdad no sé cuál es su problema, parece mudo, en fin, aunq
, lo odiaba, pero era Pedro, sabía que los ataques de ira solo le daban cua
mí, no permitiré que entres en esa h
jos cargados de dolor, provocando que Giovani
nde la había visto?... sus padres, era la misma mirada que ellos tenían cuando su madre enfermaba o algo la molestaba, cuando la rei
minutos a su amada Verónica. - no era consciente de lo que decía, mucho menos lo que hacía, hasta que la frágil cop
le decía que era un tonto koala, aun así, lo siguió, hasta que la dejo sentada en el borde d
los ojos, con tal fervor que dudaba q
. - respondió con media sonrisa
sus cabello tenía tonos dorados, claros y oscuros que se mezclaban, como si fuera un campo de trigo, sus manos eran sueves y grandes, aun así muy delicadas al tratar su herida, has
vio, poco le importaba Pedro y es que, si el latino le guardaba rencor por hacer llorar a su amiga de niños, el italiano n
anto dolor en sus ojos almendras que quería ser él qu
zón nuevo, déjame demostrarte que
i este hombre tardaba semanas decidiendo con que sedas trabajar, no se tomaría menos tiempo en estudiar a sus posibles acompañantes de alcoba, y una vez que las elegia, solo avanzaba, como una sombra que cubre todo a su paso, como su padre le había enseñado, podría no ser la próxima s
iempo, terminamos. - informo, aunque ella sabía que nuc
io, yo solo quiero verte feliz c
ñador que trataba de abrirse camino entre los mejores del mundo, ella era Dulce De Luca, hija adoptiva de los reyes que una vez reinaron
a ocultando, provocando que las sombras fueran más oscura
se podría decir que al fin probaba el alcohol gracias a la boca de Giovani, sin ser consciente Dulce llevo sus manos a los hombros duros y amplios del joven, y él a su cintura, no era un agarre fuerte, más parecían las alas de un colibrí, su piel se erizo, mient
equeños suspiros de sus labios, no podía cerrar sus ojos, no cuando frente a él tenía tal maravilla de mujer, una que provocaba que sus manos sudaran como si fuera un adolescente, no pudo contene
sabia por como era su tío que los hombres italianos tenían
o que lo quería, su corazón se estaba desangrando, su alma estaba muriendo
re por herirte. - con un beso limpio la lagrima
ricias se sumaron sus labios, y Dulce ya no pudo resistirlo, cerro sus ojos, algo que no hizo la noche anterior, ahora se lo permitió, quería sentir cada caricia, cada roce, como la lengua de Giovanni buscaba algo en su vagina, la sensación de sus piernas envolviendo la cabeza del joven obligándolo a quedarse allí, y aun así, las manos del hombre siendo tan cuidadosas, acariciando sus