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la mayor parte de mi vida había aprendido a estar sola,
oche, pero para mí, que soy huérfana desde que nací, jamás me había
í, representaba lo común, lo fácil, lo que y
ca, ¿quier
dí mientras aceleraba el paso y e
dad, le temía a las personas abusiv
de los que se encontraban solos, de aquellos que no tenían ni un solo doliente que nadie s
ado a casa. Nadie se preguntaría porque en el hogar de acogida, un
ocí jamás a mi madre, ni tampoco sé quién es mi padre. En el orfanato no dan esos detalles. Solo
he aprendido. Cinco jóvenes que fueron aceptadas en aquella casa, todas con
do no
ferentes hogares de acogida cuando en el orfanato no pudieron seguir manteniéndome. El Gobierno es una desgracia y a la larga, tarde o tempr
e daban de cenar una sola comida al día y en la mañana un pan sin queso ni kétchup ni tampoco mayonesa. Solo el pan, sin nada más, para acompañarlo tan solo
sido entregados a hogares de acogida y solo estaban esperando por unos padres adoptivos. La mujer se apareció en la Casa de los Williams y les pr
levó ese mismo día con ella y jamás volví a
la misma chica que tenía más de un mes atendiéndome c
ara no
ar, correr el caminar, huir del lugar en el cual se encuentra, para a
e preguntas. - no era una pregunt
hoy no estamos
co que les respondí mientras ella se dab
ntando con mis dedos tamborileando sobre la madera roída, pegajosa y mugri
omarme un café. Sin embargo, en este ba
s, otros dibujando a cada extraño que pasaba por el frente. Unos pocos tarareando canciones y rallá
o de qué hablar, siempre de hombres, de las cosas que quisieran vivir, de lo que les gustaría disfrutar. Y yo, por supuesto, no era la única que me a es
tienes
ientras agarraba el vaso de cartón con am
muy poco del frío y unos jeans que habían sido heredados de una d
de noviembre estaba que c
si lo eran. Todo se ponía difícil y escaseaba. Algunos lujos, como la ropa de frio y zapato
8 que vivían bajo la
iana mientras dejaba la toalla con la que acababa
para que es
que girara mi cabeza y obv
ndo una excusa para alejarme de l
arlo amistad, porque en verdad yo no me había acercado jamás a
cuello donde destacaron un par de tatuajes con tinta roja en forma de ramas. - ¿Se te perdió algo? - Preguntó el