La angustia lo consumía y la culpa lo perseguía. Finalmente, le informaron que Valeria ha
u rostro estaba pálido, y había un vendaje en su frente. A pesar de
ntó Valeria, su voz d
r Alejandro, sintiendo que las palabras se atoraban en su gargant
n silencio, sin
y él sintió que el ai
iendo al hombre que había at
aleria -respondió, su voz cargada de sinceridad-. No deb
. No tengo ganas de escuchar tus disculpas. No me importa lo que
rtaba. No podía culparla; tenía razón. P
o el derecho. Pero, por favor, déjame ayu
contenida no se desvanecía, ni siqui
quiero verte -dijo, su voz sonando má
mo si cada palabra de Valeria fuera un golpe. Aun así, sabía que no
mi tarjeta -dijo, dejando un pequeño trozo de papel en la mesa junto a su cam
dijo nada, su expresión era
dolor que sentía, ni el dolor de haber perdido a su bebé. Mientras caminaba por los pasillos del hospital, sintió que su
tro. Se dio cuenta de que debía cambiar, no solo por Valeria, sino por él mismo. La vida le h
donar a Valeria en este momento difícil. Tenía que buscar la manera de ayud
l silencio del hospital. El sonido de los monitores y el murmullo lejano de las enferm
e su bebé resonaba en su mente como un eco ensordecedor. La tristeza la envolvía como
a. Ya no había nadie dentro de ella. Se había sentido tan viva, llena de esperan
sintiendo que el dolor la ahogaba-.
solo había perdido a su bebé, sino también la visión de un futuro que había comenzado a imagi
er madre. La emoción, el amor, y la promesa de un nuevo comienzo. Todo es
ado la carretera sin mirar? ¿Por qué había permitido que su prisa la llev
imas habían dejado su rostro mojado y su corazón pesado. Pero en medio de
ar que esto la destruyera. Tenía que encontrar una manera de seguir adelant
pero aún quedaba una parte de ella que debía luchar. La vida era frágil, y aunque el
rmitiéndose sentir el dolor. No iba a huir de sus emociones. Había
a encontrar su camino de regreso a la luz. Había perdido a su bebé, pero pro