Bienvenidos
rlo
as, y unos mechones ondulados cayendo sobre mis hombros. Ya estaba li
se debe tanta elegancia? -pregunt
mamá, no te
ro estabas tan concentrada f
omear, mientras le daba el toque final a mi maquillaje, intentando disimular las
dormido, mi amo
r la que no había pegado ojo en toda la
d, el cambio de ciudad me tiene algo desubicada
con cariño, pero solo pude sonreír, mientras
na vez más, aunque sentía el estómago revuel
omían, aunque me esforzaba en aparentar ser una mujer fuerte e indomable. En el fondo, seguía siendo esa chica que creía en el amor, en los pequeñ
guno de ellos había llegado. ¡Se suponía que debían ser puntuales! Levanté el teléfono, y aunque s
ensé, soltando el grito en mi mente. La frustración me quemaba por dentro, cuan
cruzó la puerta con las mejillas sonrojadas y un atuendo que roza
tte... ¿Cómo estás?
su primer día y ya llegan media
la primera vez que uso el bus, y, realmente, salí hace mucho de
ones para ti. Te sugiero que madrugues más y llegues a tiempo. Tu hora de entrada es a las ocho, no
ando las manos en súplica, pero no tenía
esta mucho el transporte público, en este momento no tenemos nada de efectivo, nue
na punzada de culpa me recorrió el pecho. Fui parte del declive de la compañía de los Maclovin, especialmente cuando Federick
para que me indique mis funciones -dijo Diane,
quí hay reglas y deben cumplirse -respondí con firmeza, obse
temprano para beber, pero la situación con la familia de mi exmarido me causaba una ansi
traron. A diferencia de Diane, Magdalena entró con
mientras comenzaba a sobarse los tobillos-. El maldito transporte público estaba hecho un asco, y encima nos haces entra
rrogancia de sus palabras, y los observé a
r día de trabajo -espeté, mi enojo crecie
s ojos-. Tuvimos un percance con el auto familiar, y, bueno.
rofundas ojeras que rodeaban sus ojos y el cabello despeinado. A pesar de mi e
no tienen preferencias -dije, dirigiendo mi mirada a Magdalena-. ¡Y tú! ¡Lev
e sorprendida por mi respuesta. N
masiado tarde. Los efectos del alcohol en ayunas comenzaban a hacer estragos en mi
me volví
puerta está abierta -dije, dejando que mis palabras resonaran con fuerza. Él tragó un nudo de
de trabajo. Necesito que hablemos dos minutos -su to
e está esperando Ana, la persona encargada; ella ya sabe qué hacer contigo. Y tú, John, debes ir al cuarto piso; hay un pa
el aire. Pero no iba a darles más espacio p
justo cuando estaban a punto de salir d
¿Entendido? -Magdalena entreabrió la boca, claramente deseando mandarme al diablo, pero John le dio un peque
unas gotas de sudor brillaban en mi frente. Estaba
el último año que vivimos juntos fui una
o ya no me importa, Federick. ¿Quieres restreg
ompañía -me habló desde el corazón-. Después de todo el dolor que te causamos y de que
en mi interior albergaba una pro
ero dejarte claro que ustedes son empleados comunes de esta empresa, así que les
sabía que las encontraría en cualquier rincón. Sin embargo, lo que realmente lo hería er
en en este trabajo. Te lo prometo, todo saldr
en cosecha lo que siembra. -Observé cómo apretaba los labios, conteniendo las ganas de replicar. Era e
cipio, tú sabías que esto iba a sucede
me cambiaste y me arrojaste los papeles del divorcio. -Tomé un sorbo de mi te
quedaba. -Su confesión cayó como un peso en el aire,
bien le va bien, y al que no, termina como tú. -Lo miré con un furor reno
dad? -Esa pregunta no dejaba dor
amaste, ni por quien soy ni por lo que tenía -mi voz se quebró en el aire tenso de la oficina-. Ahora
ederick se veía completamen
esposo? En tu casa, yo era tu esposa, y
o para quedarme aquí. -No quería salir de mi oficina, p
avemente, sintiendo un
tello de esperanza
e estaba sobre la mesa- está
rbo de licor. En ese instante, los recuerdos comenzaron a inundar mi mente, cada uno llevándome de regr