El sol emergía lentamente detrás de la gran sierra de Montenegro, cuyas montañas colindaban con los límites del rancho de mi padre. Extendí los dedos hacia el cielo; me encantaba hacerlo,
acariciara mi rostro. Escuché el suave murmullo de las ho
formaban el rancho de mi padre, "Los Nogales". Mi bisabuelo le dio ese nombre hace más de cincuenta años, cuando llegó desde Alemania con su pequeña familia en busca de una vida mejor tras la guerra nazi. Tuvieron la suerte de comprar estas t
molestar a mis hermanos Fred y Greta, cuidar el ganado, alimentar a las gallinas..
a sonrisa enorme se dibujó en mi rostro al llegar a la laguna. Era como un oasis rodeado de sabinos, nogales y huizaches. Me senté sobre una roca, arremangué mis pantalones hasta las rodillas y sumergí los pies, dejando que
dad de meterse con una niña como yo. Sin embargo, mi hermana Greta estaba a punto de casarse con Marcelo Ramírez, el capataz, que no estaba mucho por encima de los peones. Nunca entendí qué veía en él. Marcelo no
o sé cuánto tiempo estuve allí hasta que un grito lejano ahuyentó a las aves de las ramas. Salí del agua apresurada, me vestí y corrí de nuevo hacia Rayo. Emprendí el re
más rápido! -g
ada principal, pero yo siempre encontraba la forma de entrar por la puerta de la
e has met
n par, me encogí de ho
nadando,
n delantal blanco que usaba para
la blusa. Ya no eres una niña, Christa, casi tien
me dicen eso? No lo entien
e has mirado
gué. Mi abuela puso
te. Tu madre
ta mi habitación. Al entrar, el gru
ía comprado un vestido y unos zapatos nuevos en el pueblo. Decían que Montenegro estaba cr
me de mis pensamientos. Me abala
avando mi mirada en la suya. S
vió a buscarte. Está f
adar a l
enes algún noviecito por ahí
ue no! So
se ca
de tu edad ya
No me interes
y, al darse cuenta de que
andas con un peón, le pegaré
né con l
s un
lpeó la puerta porque Fred huyó justo a tiempo, cerránd