borrar de su mente la imagen del hombre que había muerto para salvar a aquella joven. El peso de la piedra en su bolsillo se sentía más pesado que nunc
s pertenencias, estaban esparcidas por la acera, tal como habían estado días antes. La vieja televisión, su
licías hablaban con el arre
ando? Aceleró el paso y cuando estuvo lo suficienteme
z con una mezcla de furia y desdén-
expresiones severas. Uno de ellos, un ho
a? -preguntó c
ando cómo la situación se tens
sa? -preguntó, tratand
Al principio, Samuel no pudo distinguir qué era, pero cuando Ramírez lo a
! -exclamó Ramírez, enfurecido-. Estos
e el suelo se ab
Eso no puede ser... yo... yo
on? Que esos billetes son falsificaciones perfectas, pero aún así son falsificacio
uzándose de brazos mientras o
e dinero, Samuel. Esto es un asunto muy serio. N
mo si fuera consciente de lo que estaba sucediendo. El deseo que había hecho para obtener ese dinero había
icar, pero su voz sonaba vacilante-. N
errumpió con u
anto dinero de repente. ¿Cómo te crees que iba a ser posible?
eder instintivamente. Su mente estaba a mil por hora. No podía ir a la cárcel. ¿Qué
osas a punto de cerrarse en sus muñecas. Era ahora o nunca. Sin pensarlo más, deslizó la mano
árcel, sea respetado y que nadie
Casi sentía que la piedra ardía. Cuando los oficiales finalmente le pusieron las
, sujetándolo con firmeza pero sin violencia-. Sol
servaba con una mezcla de desdén y alivio. Todo se había salido de control. El arrendatario había
-
sensación de estar atrapado era sofocante. Había sido fichado y procesado, aunque la policía no parecía tener prisa por inter
dio cuenta de que lo observaban con una especie de respeto inexplicable. No le dirigían la palabra dire
lí hacía unos minutos le había sonreído levemente,
hora. De alguna manera, la piedra había asegurado que él fuera respetado, que no sufriera el acoso
celda, escuchó una conversación en el pasillo. Dos guardias hablaban entre ell
le pasó a Ortega -dijo uno de l
só? -pregun
ción. Algunos de los tipos de aquí no lo querían, y me enteré de que tenía enemigos. Pero justo
ía muerto? Su mente comenzó a conectar los puntos con rapidez. Ortega, un recluso que debía ser trasladado para estar a salvo,
e Samuel fuera respetado y protegido. Pero alguien más había paga
Ortega, pero ahora comprendía lo que estaba sucediendo. Cada vez que deseaba algo, cad
espeto que recibía. Era el conocimiento de que su libertad
ces de los guardias se desvanecía. ¿Cuánto más duraría esto? ¿Cuánto más podría seg
sta le at