el pasillo cambia por un olor a cuero y madera pulida que me golpea de inmediato. Estoy tan concentrada en no hiperventilar que no veo el pequeño escalón en el umbral. Mi
do, y mi cara está a centímetros de besar el piso. El sonido de mis cosas desparramándose -
ar la vista y enfrentar lo que sé que está ahí: Damián Valtor, el hombre más poderoso del mundo, viéndome hacer el ridículo más grande de mi vida. P
una torre, con un traje gris oscuro que parece hecho a medida para resaltar cada línea de su cuerpo. Su cabello negro está peinado hacia atrás con una precisión que grita control, y sus ojos -unos ojo
z es grave, profunda, como un trueno lejano, y hay
suelo, pero antes de que pueda levantarme sola, él se inclina. Su mano -grande, firme, con un reloj plateado brillando en su muñeca- agarra mi brazo y me levanta con una facilidad
, mientras me tambaleo un poco y
basura. Me agacho rápido a recoger mis cosas, metiendo el celular y los pañuelos en mi bolso con dedos torpes. El lápiz rueda bajo su escritorio, y decido dejarlo ahí;
parece más caro que todo mi apartamento. Su tono no es una invitación,
escritorio, y el espacio entre nosotros se siente infinito y diminuto al mismo tiempo. Su oficina es un reflejo de él: paredes oscuras, muebles minimalistas, un ventanal enorme que muestra la ciuda
unta, mirando una hoja en sus ma
hirrido comparada con la suya. Carraspeo, inten
ndo cada palabra que escribí ahí, cada mentira pequeña que puse para sonar menos patéti
s seco, como si ya supiera la respu
tan honesta-. Pero soy paciente, aprendo
go entre diversión y desdén-. No estoy buscando sup
también quiero demostrarle que no soy tan inútil como parezco. Pienso e
la un poco, aunque mi voz tiembla-. No tengo experiencia formal, pero sé
por un segundo. Luego apoya los codos en el escritorio y junta las
es trabajar para mí? -pregunta,
ene como una súplica. Pero antes de que pueda hablar, él se inclina un poco
un desastre total -dice, y su voz baja un tono, convir
so en mentir, en inventar una historia heroica sobre cómo salvé a un niño de un incendio o algo igual de ridículo, pero
esperaba. Pero soy alguien que no se rinde. He pasado por meses sin trabajo, sin dinero, sin nada, y sigo aquí, luchando. Si me d
lo me observa, y juro que siento su mirada deslizarse por cada rincón de mi alma. Luego se recuesta
ido o una condena-. Puedes irte. Te llamar
nas temblando pero decid
me giro hacia la puerta, sintiendo
ueltas y una certeza extraña: acabo de conocer a un hombre que podrí