la boca abierta y el cabello revuelto como si hubiese peleado con un secador de pelo salvaje. El sol entraba por las gigantescas ventanas de cristal, salu
ullida que por un segundo dudé si me había muerto y est
a voz femenina que sonaba a per
dormida. Ay, por favor que no me vean con e
cial, seguida por Heinrich, que parecía ten
ette con una sonrisita misteriosa–. Vestimenta discr
robar un b
onocer L
tos tan brillantes que podían usarse como espejos retrovisores- y me escoltaron fuera del palacio hacia un auto negro de cristales oscuros. Heinrich manejaba como s
or calles pulcras y perfectamente ordenadas– es uno d
bajo de "cosas que probab
h tampoco. Pero yo sí.
pueblo adoraba a sus figuras reales. Cuando doblamos una esquina y vi el centro histórico... wow. Casas de tejados inclinados, ca
e hay po
es amada por el pueblo. Su imag
in presi
ropa, una panadería que ofrecía "Croissants de la Archiduquesa"
erch que los
al palacio. Yo ya me sentía más agobiada que un actor secundario en un reality show. Tenía q
ía irme a comer algo o dormir
era un viejito simpático con voz amable. No. Era un alemán alto, flaco, con el
me decía mientras yo trataba d
a –añadió cuando me dejé caer
íe a carcajadas.
eras los memes qu
a bajo una montaña de "no lo estás haciendo bien", me llevaron al "Centro de Preparac
ancesa perfecta, como si mis
más dolor, y algo llamado "hilo hindú"
suaves, como las de Amalia. Me miré al espejo y casi no me reconocí. Y eso q
ro, en serio?) y por último, unas lentillas color
fin termi
i a
al
a. Su expresión. Su m
k. Me acerqué al
s... –susurr
ró con los br
ar, hablar, moverte, pensar.
na obra de teatro. Un acto gigantesc
con corona. Una ladrona de rostros. Pero también... poderosa. ¿Acaso sería es
ma una cosa mientras caminaba por los pasillos dor
a br
tropezarme un p