echar fuego. En ese momento, Zac, con los ojos iluminados como dos llamas, se fue hacia ella a toda prisa hasta quedar frente a frent
aso atrás, él se acercó aún más h
a sujetándose más la toalla al p
esta podía sentir el latido de su corazón tan agitado como el de ella. Enseguida Zac preguntó: "¿Lo hiciste a pro
nando en el desierto, con sed y dificultad para respirar, mientras que los ojos feroces de aquel hombre no se
e aumentó su atrevimiento y le dio un largo beso sin ninguna emoción. Curiosamente, cuando é
cómo reaccionar y se quedó allí para
inguna destreza aparente, simplemente como u
congeló en
cantado con el sabor de los labios de la muchacha. Finalmente la sol
e e inconsciente, se veía tan inocente. No obstante, cuando la muchacha volvió en sí, se convirtió e
na en este mundo que se h
de maldad: "¡Te mostraré cómo es ser realmente estúpido!". Acto seguido l
ro este, con violencia, le arrebató la toalla que cubría su c
esnudez, se acurrucó en la cabecera de la cama y dijo con voz temblorosa: "No te me a
implemente diré que mi esposa y yo estamos h
r Di
la evidente rabia que este tenía y con la intención de que él se compadeciera. Luego cerró los
ver sus labios rojos inyectados en sangre. De rep
caminó lentament
se, se aferró a la almohada e inclinó l
vantó la mano, acarició sutil
próxima vez, si se atrevía a excitarlo nuevam
gilosamente y dejó escapar un largo suspiro de alivio
ella no se atrevió a quedarse mucho tiempo. Tomó rápidamente la toalla q
errado con llave accidentalmente, Zac la abrió fácilmente con una tarjeta de crédito. Así que, si él quisiera entrar, se
armario para que bloqueara la puerta, luego empujó la estantería. Ambos objetos la bloquearon perfectamen
o pudo imaginar el desastre que ocurriría esa