un zumbido sordo y punzante. La migraña me golpeaba con fuerza, cada latido de mi corazón era un martillaz
ho años en los que yo diseñaba y cosía cada uno de los trajes con los que él brillaba
el centro de la
taba
que me revolvió el estómago. La cabeza de ella descansaba en su hombro, y él le susurraba algo al oído que la hizo
rtable. Necesitaba irme. Con el poco aire que me quedaba,
por fin me encontró sentada en un banco, su r
a? Estaba cerrando un
a, Máximo. Mucho.
o de impaciencia. "Siempre t
ndo aliviar la presión en mi sien. Cuando el coche se detuvo en un semáforo, mi mira
tes de filigrana con pequeñas borlas r
ran delicad
regunté, con la vo
mano con un movimiento brus
s par
reemplazado por un frío vacío. Años de esfuerzo, de noches sin dormir, de sac
con una calma que me
Qu
el coche. Ahí, del
traje de flamenca tradicional que yo misma había diseñado para nuestra bo
vestido", le informé
elar qué? No digas
el escaparate iluminado. El corazón que había estado rot