rostro. Después de todo lo que había sucedido, después de mostrarles las
scapándose de mis labios. "Tú y yo terminamos hac
una expresión desafiante, como si mis cicatrice
r valía más que una vida entera de confianza. ¿Cómo pudiste, Sofía? ¿Cómo pudis
pregunta que me había carcomido el alma durante mil ochocientos veinticinc
e responder. Pero Diego, el maest
escas brotando de sus ojos. Su man
do de hacernos pelear. Siempre ha hecho eso. Quiere ponerno
lorosa, las lágrimas que caían sobre sus propias cicatrices
se hacia mí. "¡Dime que no estás feliz por lo qu
mi mera presencia fuera demasiado para soportar. Un movimient
a la pe
í, su rostro una másc
do de nuevo!" me gritó. "¡Si le pasa algo, juro que te mataré,
tarme? Ya estaba muerto por dentro. Lo únic
rcida se dibuj
. "Hazlo. Me harías un favor. Qu
olocó por un momento. No
un paso al frente, retom
o el acero. "Armando, tu comportamiento es inaceptable. Vienes aquí, alteras la
corregí. "Y él
tratarás con el respeto que se merece! ¡Yo misma me encargué de que tuv
"hice lo que tenía que hacer" , sino un "yo misma m
e mí. La calma de la certeza absoluta. "Tú diste cada una de las órdene
tura finalmente rota. "¡Por deshonra
odio, ni resentimiento. Solo un vasto y helado vacío. La mujer que me dio l
nto, no tienes un hijo llamado Armando. Y yo no tengo madre. No q
la v
atrevas a darme l
e de
ritó. "¡No deje
y saliendo a un sol que ya no parecía tan hostil. E
tenía el control de mi vida. Aunque fue
había liberado. Y esa libertad era más vali