los que cada segundo de mi vida giró en torno a ella, a su bienestar, a su futuro. Cuando cumplió veinte, soñaba con ir a la universidad, una de las buenas, de las caras, y yo, sin pens

los trayectos del metro entre una chamba y otra, y todo el dinero, c

o me cabía. Sentía que todo el sacrificio había valido la pena. Mientras ella ascendía, yo seguí con mis trabajos, ahorrando cada centavo para el siguiente paso: una casa. Después de nueve años en un departamento rentado, pequeñ

on pollo, el que mi abuela del orfanato me enseñó a preparar.

esperaba. Su rostro estaba tenso, sus ojos ev

en la chamba?" , le pregunté, sirvi

que le di hace años, una pieza simple de plata que con el tiempo se había descolorido y deformado un poco. Lo puso so

ra plana, sin ninguna emoci

de su plato. Las palabras no tenían sentido. ¿Divorcio

ía? Es una broma, ¿verd

solo ella usaba, pero ahora sonaba extraño, vacío. "Lo

e estaba sufriendo, que esto era difícil para ella también. No

por el dinero, ya tenemos la ca

niencia, Ricardo. Tú me rescataste, me cuidaste, te lo agradezco, de verdad. Pero nunca fue amor. Fue gratitud,

años de mi vida, de mi sudor, de mis huesos adoloridos, de mis sueñ

ue me había tomado horas preparar, ahora se veía asqueroso. Miré el an

oherente. El corazón se me había hecho un nudo t

susurrar. "Si eso

suelo. No podía seguir sentado ahí, fingie

odavía práctica, como si estuviera cerrando un trato de negocios. "Será rápido. Me

ción, la que compartiríamos por última noche. Ag

adas, había una caja de zapatos elegante, de una marca que yo jamás podría pagar. La abrí. Dentro, envueltos en papel de seda, había un par de mocasines de piel, carísimos, brillante