ada esperaba en la entrada circular, sil
la puerta abie
l, con el brazo envuelto firmemente
omo si las escaleras estuvier
pasando por sus ojos, pero su
-le dijo Damián a Viviana-. Es
ento p
ra a
, obligada a observarlos mi
e discutiendo protocolos
metro -dijo, cubriendo la mano de e
ó ni una
ue lavaba más dinero para el Sindica
se apresuró
, inclinándose ligeramente-. T
a Estela la colección de
rciopelo, actuando como su perro guardián personal mie
vestido
con mangas de enca
el probador y
ó la vista de
do, la másca
da y hambrienta que me había mant
ó, poniéndose d
rmelo -interr
izo se
a, parpadeando como si des
aciendo un puchero-. Aarón y yo nos fugamos. So
ación de poder.
e Estela -dijo Damián, pero a
el vientre-. ¿Por el bebé? Qui
uspiró y
solía debilitar mis rodillas-. Es solo un ves
m
e se suponía que
telo
la cremallera del vestido y s
ido. Le quedaba demasiado ajustado, forzando la
eguntó, sonriendo con suficiencia en e
í. -Ayúdala, Estela. N
detrás
la cre
usurré para que sol
se encontraron con l
la Reina -sus
pesado perchero de hierro de los m
fuerza, perdien
ián!
n veinticinco kilos deon una velocidad
través de l
alcanz
al que caía, protegiendo su cuerpo con el s
de hierro
peó el
lpeó
contra mi hombro y mis costillo clavándome al
nte explotó en mi pecho
combros, jadeando, con
vantando a Viviana, revisándola f
? ¿Golpeó el v
Viviana, enterrando
! -gritó Damián a s
razos y corrió
ó haci
la pilao, viendo su espalda desaparecer a

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