ítu
dr
ás dejó que otros, le dañaran el aquel trágico accidente; sabía muy bien que tocar el tema aú
o la cara fatal" "¿Yo, llorando? Tuve una pesadilla anoche, fue culpa de las películas de terr
erar y olvidar, engañar a los demá
e asegurándole que siempre me tendría a mí para acompañarla, hablar, o ser como su hombro de lágrimas. Puede ser que
mujer cómo ya les había repetido quien sabe Dios cuántas veces a mis demás compañeros. Solo que
cubrir los papeles de mamá y papá, nunca fueron motivo para que ella se viniera para abajo. Con lo poco que ella me daba era lo suficientemente feliz como para pedirle más o quejarme, e
dijo mi muy rea
odo lo bueno,
o que fue tener a mi madre, fu
brusquedad y dirigirnos a las salidas de emergencia para estar a salvo. Sin embargo, justo cuando íbamos en el último tramo rumbo a nuestra escapat
ijo! ¡Sal y bus
ersonas atrapadas entre los escombros, volviéndose un escenario lleno de turbiedad. Nadie sobrevivió, dijo la policía a los familiares de los desaparecidos, entre ellos estaba yo, solo y sufriendo en silencio porque la mujer que amaba me fue arrebatada. Los demás fallecidos eran despedidos por sus familiares, mientras que y
pequeña familia pe
ese entonces; tenía moretones y rasguños en la piel, en sus oscuros e hin
o como la biblioteca o el aula de música, y solo lo sé porque la espiaba siempre. No soy un acosador, solo que desde ese día tenía la fuerte necesidad de estar al pendiente de ella, pendiente como un hermano mayor. Le veía disfrutar leer muchos libros, de todos los títulos
na siguiente, así que salí discretamente al patio de juegos a dar un paseo a que por lo menos la brisa nocturna me refrescara. De repente, al acercarme unos cuantos pasos del pequeño bosquecito q
pa, siempr
erada entre sus emociones mientras se sumergía en el reino de las palabras; la voz que ahora entre la oscuridad del cielo, permanecía
e fui. Ella me vio de reojo, y con unas acciones rápidas, se frotó la cara cambiándose de expresión. Ta
su lado recargando mi espalda en el tronco del manzano. La confusión invadió su cara, pero aun así no me cuestionó mi
rque a partir de esta noche, Danae, no quiero que cargues por ti misma el peso de tu dolor.
-dijo,
nosotros, por lo que he decidido algo en estos momentos -le animé sosteniendo su mano: -A partir de hoy nunca po
é esta
r-. Estoy consciente de que eres mayor que yo por dos meses, pero par
ntió levemente, no conversamos m
exagerado). La sangre y mucho menos la apariencia era similar, pero nuestro cariño mutuo fue el pegamento de nuestr
tiste, Rodr
ho, pero no es mi
¡Solo cállate y déjame! -Me dio
mano en su hombro. Esta, por el enojo, se apartó
cuche! ¡¿Que te oiga decir de nuevo como te largas y me dejas.
bes ¿Verdad? -me acerqué de
os había una frágil esperanza, que de
arca de Camelot, Arturo Pendragon, es una de las obras más fantásticas que me presentó Danae; más bien, me obligó entre regaños sobre m
un día que me vieron en el patio leyendo a mi poderoso rey junto a Danae. No estaba emocionado por saberlo, pero tampoco le reste importancia; mi madre estaría aliviada de saber que mi futuro estaría as
, pero no
Después de hablar con la consejera, me fui directamente a su habitación pa
on frustración, estaba a punto de darle
te, Rodrigo, te felicito
tomó
e yo crea que este sea un adiós verdadero. Muchas veces pasamos está situación, y aunque por cosas mágicas nunca sucedió ahora es algo difícil de evitar. Me escucho egoísta al recla
reclamos se convirti
s no dejaban de brotar, pequeñas con
n mis brazos queriendo romper nuestro contacto, pero a la vez no quería soltarse. Era un momento de congelamiento entre nosotros, el tiempo par
disminuyeran en segundos de memorias emocionantes, como si este emotivo abrazo fuera la conclusión de nuestras vida
ría de mi parte), las discusiones de ambos, y los castigos (de
estros debates de que personaje debió morir o no. Cada quien e
e que yo había hecho un escándalo en el recreo por un supuesto hueso de bebé de Tiranosaurio que encontré en una de las cajas de arena. Pues, resultó
Danae fue el centro de atenci
o, bobo? -dijo, rompi
sonreí con
erró los ojos cru
ve
-arrugó la nariz con negaci
de «masa infinita» fue un fiasco. De haber sido así, todos nos hubiéramos alimentado de galletas por un mes, pero como fu
so -me tiró un p
as de jengibre antes de entrar al horno -dije, frotándome el hombro-. Además, n
! -me
el mal, y recuerda que aún después de una semana seguía apareciendo
acordarme de los lugares que me d
o- Entonces, no te importará q
a contar tus cosas ínti
ntendido
le seguí el juego- ¡Soy el dragón de las t
bio Gran Dragón de la vieja religión-sonrió con malicia-, ¿Sabes? Gracias a
a los dragones -me sorprendí- ¡No pue
joven dragón como tú suele d
ara besar sus nudillos con
falta de res
r qué «mi
ese es el significa
e hace merecedor de aquel título. Eres el hechicero más grande que unificará la vi
el dragón blanco pareces un guiverno, por algo
ce una imitación, parecido al otro pe
e hasta nos vimos una serie basada en esa misma. Nos encantaba s
ra ser Arturo, chico ob
un "obtuso", o has estado bebien
lo fui en busca de hierbas es
hay en el reino, tuve la fortuna de que mi padre nombrara a uno tan irritante e inútil
iente -hizo un gesto de pensar, igual que el mismísimo personaje de la serie- bueno, si lo es. Salvarte el cuello de aquella bruj
mejor que
l v
ente se cree mejor que el prínc
le sirviente. Soy el Gran Emrys -ex
ría mandarte a la hoguer
on rabia- por eso, estás condenado a tu perdición
actuación-, eso ya no es de Me
on Lord, ahora soy la Sacer
media
con en
gregué con diversión-, por qué así, la mag
quiero gobernar nada para hacer el b
e -di una
a el final para los hermanos Pendragon-. Tú y yo somos como Morgana y Morgaus
os, Danae? -le reclamé en broma- Primero con Aithusa
to. Si al caso, te comparo c
mal chiste y luego
a dar la v
e, mi h
juego de actuaci
y guivernos, Aithusa y Kilgharrah, Morgana y Mo
sas y chistes a
el mal anunciaron el cierre del
n? -gri
está aquí
í, señorit
bajando a la recepción -y con eso últi
un... -me dio pesa
e sonrió con ese gran destello de
ra darle un beso en su frente. Ambos, en vez de llorar a mares
del joven Rey de Camelot". Esto es más que significativo, así que con un gusto lo metí en mi
directo a mi nueva familia, lo resumiré: maldita
rometí a Danae que dejaría las malas palabras) me estaba hartando demasiado. Muchas veces, durante el cam
los vi, y vaya que se mostró al cual su posición: Los Berrycloth. Un apellido tan poco común pero muy importante al mencionarlo, eran una pareja millonaria con pocos años de casados que no podían concebir hijos, aunque a m
s, con ropa fina y muy limpia, a diferencia de mí que usaba ropa vieja y gastada, que fue heredada de otros camaradas que se habían ido. Creí que al principio me tratarían como bicho raro por ser tan d
año cuando sus padres la abandonaron, y Michael, unos tres meses después de ser salvado por unos padres alcohólicos y drogadicto
en lo absoluto. Y no era de esperarse, ya que mis nuevos hermanos -por así decirlo- también estaban extrañados de lo que estaba sucediendo así que supusimos entre los tres que tenía
re tan largo para una corta persona. Le estaba contando algunas ideas de una supuesta arma pacífica que quitaría los males que mencionaba uno de los libros de la
ón, sentí la necesidad de preocuparme. Le pregunté a Adelaide con disimulo a dónde íbamos muchas veces, nunca me respondía y
, yo me sentí igual. Poco a poco me fui cayendo en el r
a que estaba acostado, situado en la muy esquina de un cuarto c
r a dormir y ya, se volvió un ciclo rutinario por quien sabe cuánto tiempo, perdí la noción del tiempo y espacio. Me sentí como Kilgharrah después de que Uther lo mandara a encadenar a esa cueva por más de 20 años. A Mike y a Anna fueron las
estaba. Sin saber en dónde estaba o que hacía ahí, no fui culpable de nada y creo que tampoco fallé en nada en mi vida. No me cuestiono más
, tenía las mejillas mojadas y los ojos hinchados, había olvidado por completo su expresión y rostro en ese estado de dolor. Fue ahí que me dic cuenta
olo, agradecido estaba que no estaba desangrándose, pues el calor hizo que esta misma cicatrizara en las orillas de la piel morena y chamuscada de ella. Sentí vergüenza por lo que iba a hacer, pero era necesario por su bien, le quité su camise
abía costado mucho encontrar a Primera y a Segunda. Pude comprender un poco más la situación, ya qu
ltar más lágrimas. Le calmé para que hiciera silencio y no se forzara. Le hablé con tanta ternur
io. Eg
caricie su rostr
tra promesa fue más fuer