cada día. Barco a la deriva que, no puede v
*
chica, la persiguió con su vista, notando lo atr
y bella
vó las manos al pecho, respiró profundo, entonces cer
-murmuró suspirando-, no, esto
onó una señora que
lió de sus c
podía concentrarse, entonces escuchó la llamada de su vuelo, inhaló profundo y se colocó en la fila, minutos después se acomodó en su lugar, sacó su iPhone para activar el modo avión, y de repen
mirar a la compañera de viaje-. Qué coincidencia
e la mía -respo
-entonó él un parte de la letra de la canción: La camisa negr
gente -espetó, entonces
y en vista que vamos a ser compañeros
levó una de
mo, tengo una curiosidad -exp
iguó él sin d
a que se hizo escuchar entre todos los pasajeros de primera clase-: «Cama, cama, come on, baby. Te digo con disimulo. Que te
uieras, mamita» -susurró él
, porque ella no era de las que entablaban amistad con el primer desconocido, y tampoco solía bromear con cualquiera, pero el joven que tenía a su lado por alguna inexp
r: Reina de Inglaterra. -Carcajeó divertida-, y según el protoco
tro para contemplarla y perderse en aq
lla -m
jo él y extendió
ña vibración los sacudió a ambos, la chica de inmediato se soltó de
s, intentando dormir, minutos después María Paz rodó
huelas a alcohol» entonces una extraña sensación la invadió, un pinchazo percibió su corazón y recordó parte de su sueño: «Está muy solo y triste» sin embargo intentó aclarar sus ideas, no podía dejarse l
*
ora d
n minutos antes había despertado, sin embargo, no quiso incomodar a la jov
bella azafata caminar c
r -solicitó guiñándo
respondió el
al darse cuenta de que su cabeza estaba en el cuello de él, cuando se retiró,
abios, enseguida se alejó de la tentación. Entonce
én es ese trago? -cu
aballero -
lado, no bebes una copa de licor -advirtió-. Más bien de
oplando-. Yo hago con mi vida lo que se me da la ga
a mirada en él, cruzó sus
otado, soy menor de edad, voy a cumplir diecisiete año
de subir al avión se había recogido el cabello en una trenza a medio lado. Vestía unos jeans rasgados, camiseta rosa, usaba converse,
tenía unos diecinueve o veinte años, vestía unos vaqueros azules,
e rascó l
. -Bufó ladeando la cabeza-. U
.-mordió su labio inferior-, eres muy guapo, y es una verdadera lástima que abuses del alcohol -mencionó aclarándos
lo perturbaron, y de nuevo aquel vacío en su alm
ampoco hizo ningún comentario al respecto, e
ver una pelícu
a, porque después de colaborar tantos años en el centro comunitario sabía bien que
se con su bebida-. Gracias, preciosa -murmuró y recorrió a la chic
omentó la azafata i
boca para ahogar la risotada que
ea -murmuró él l
que me toca -com
ro y su azulada mira
o que me ha pasado hoy
y de nuevo esos ojos cargados de m
? -inquirió sin dejar de r
abelle me gusta. María Paz rascó su frente, inhaló
seguridad-, solo que no es mi género favorito, pr
onrió al
sos muy valie
ó una de sus cejas. -¿Necesitas
do los labios-, vaya a ser que no ll
iempo después cenaron juntos, charlaron de cosas banales, él vo
paso a ella al momento que la azafa
rofundo, no sabía si lo volvería a ver, y a él de nuevo la soledad lo invadió, lo cierto es que, a él, a
r su equipaje y esperaban en
a tenido una compañera de viaje tan div
Paz
a tu lado -mencionó-. Espero que no vuelvas a llegar en esas condiciones a un aeropuerto, porque no creo volver a co
su cabeza, y f
omando con delicadeza
stionó la joven gi
-expresó él, y se acercó p
zo la sacudió, y el revoloteo de las mariposas en su estómago no se hizo espe
verte -susurró la chica,
ó sus gafas, y salió, entonces ya no la encontró, pero su rostro, su sonrisa, y
sonriendo como un idiota salió del aeropu
*
de esta historia. Vuelvo y repito: No saquen conclusiones apresuradas