e golpe duela menos que está realidad que hoy me empuja, li
uizás por todas aquellas conversaciones de grandes en las que me con
no es mala, si lo es. ¿Acaso no sabe
o en eso. Yo no creo en un cielo y en un infierno porqu
ue eres escritor y te la pasas leyendo
o que nunca entenderás y que no pienso
a que se referían. Por primera vez, c
hoy, en este instante en que como decía King, refiriéndos
es hoy el mismo que se apiada y me pide que lo
to físico y poca suerte con las chicas y confiando en las pa
uir de aquella realidad. Ser el gordito, alto, de anteojos y cabello liso, peinado de lado, me hacían ser el centro de atracción del resto
o, decidí irme a la escuela de seminaristas, y ser Padre en una iglesia del barrio. Así no sería
scribía en alguno de mis cuadernos de Teología, sobre cosas que me hacían reflexionar
una tarea, este ritual se había convertido en un castigo.
or de Filosofía y recuerdo que mencionó sobre la muerte. Yo no solí
Qué opinión merece
ellas dos ideas del discurso
y no en Dios–respondí mientras mi corazó
espuesta!–dij
tirme como centr
ue rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios", por e
, el profesor, me su
blar un mome
hora querría entablar una conversación prof
e las salas donde sól
die más, só
tese A
as palabras del profesor.
ienes mucho futuro como sacerdote–dijo,
e–continuo diciendo– todas las tardes, nos reuniremos en este cubí
las palabras del profesor. Así que me puse a leer
Ese conocimiento me brindaba seguridad y confianza en las clases. Pronto fui notado por los otros
ntirme tomado en cuenta; pasar de ser un X a ser un
en la vida y con el tiempo
cubículo y una tarde, se paró frente a mí, como siempre, colocó sus manos so
confiar plenamente en ti, y eso permitirá que entres en
ró su falo. Yo lo miré a los ojos, él hizo una
gre de Cristo será derramad
r y discutir algunos versículos, él me mostraba su masculinida
e algunas cosas y el p
ntir que seguía siendo hombre, a pesar de que nunca había estado con n
xo oral, aunque fue raro para mí, verlo a mis pies, sentí como mi pene se iba llenando de sangre y se ponía duro. Estaba excitada, pen
as. Como cuando tomó el crucifijo de la pared y comenzó a introducirlo por mi trasero. Fue r
había robado algunas piezas de oro, o que me acusarían de abusador se
más grandes que se tiene como hombre. No imaginé que Jesús, era la carta bajo la manga de la sotana del Padre Evaristo. Jesús
la cárcel y es mucho lo que se cuenta sobre esos casos de violación. Hablé con el pad
, tomé mi comunión. Fui hasta mi cuarto, recogí mis c
ora de trayecto, llegué a casa. Mi madre, no estuvo muy agradada con mi regreso, pero había cosas que no podía contar
ablaría de ello, ese era mi gran secreto, lo fue por casi veintidós años;