s ella se movía por la habitación, describiendo círculos a su alrededor, acercándosele. Se obligó a relajarse, a estabilizar su respiración, a inmovilizar su cuerpo. Aq
pado, mi señor?
leciendo sobre su inquietud. También sintió su deseo. Ella lo quería, pero él bloqueó ese sentimiento de la hembra. Bajo ningún concepto tendría relaciones sexuales con
el antebrazo sobre el muslo, con la muñeca hacia arriba-.
la vena. Wrath cerró los ojos, dejando caer la cabeza hacia atrás mientras ella bebía. El pánico lo inundó rápida y fuertemente. Dobló el brazo libre alrededor del borde del sillón, tensionando los músculos al tiempo que aferraba la esquina para mantener el cuerpo en su lugar. Calma, necesitaba conservar la calma. Pronto terminaría, y entonces sería libre. Cuando Marissa levantó la cabeza diez minutos después, él se irgui
lado de la habitación, la tras
uró ella-. Volveré a cas
sábana sobre las piernas de la vampi
a muy agita
o de preguntar qué demonios podía justificar tal interrup
, que la muerte hab
había des
ñor
ocuparía del dolor más tarde
r la calma, y su voz era tan débil y quebradiza como su viejo cuerpo-. Una bo
entado. Aquellos bastardos ya no tenían honor. Por lo menos sus precursores, desde hacía siglos, habían luc
-vociferó-. Diles qu
que le diera esto -el mayordomo extendió alg
ta de Darius en el bolsillo de su pantalón de cuero. Y dio rienda suelta a su ira. Las lámparas explotaron y cayeron hechas añicos mientras un torbellino de ferocidad giraba a s