a apariencia. Las paredes estaban llenas de sangre y por ella caminaban insectos enormes, las luces parpadeaban, las contra
o si de un terremoto se tratase, y las
reció y desapareció roda
y en ese
s, gruñidos que no pertenecían a ningún animal que yo conociese,
erca de mí, pero yo estaba totalmente quieto. Pronto el gruñido se oí a centímetros de mi lado izquierdo. Definitiv
tenía un rastro de
otro balanceo del suelo,
ida Marc- dijo la
tados, brazos quemados, repugnantes, que buscaban atraparme, miles de br
escapar, pero la salida no la encontraba, el suelo, s
anas se cerraban y abrían con más violencia aún, los cuadros se estampaba
vista un vacío enorme, pero al otro lado se había formado un ca
el pasillo no era amable, tuve que esquivar aquellos horribles brazos, aquellos cuadros c
na escalera, larga, angosta, y cuanto m
s a las columnas, pero no estaban muertos, pues se movían,
s intensos aproximándose, y luego el arrastre de un metal, ambos sonidosel aspecto de su cuerpo. Pero se quedó mirándome fijamente, hasta que se cansó y avanzó
erta, el gigante retiró la cuchilla, para posteriormente intentar abrir la cerradura. Sin perder tiempo arrastré varias cajas pesa
nervioso, temblando. Me arrodillé poco a poco, hasta tumbarme en el sue