controlarme por el bien del bebé. Me levanté como de costumbre y tomé un baño de al menos veinte minutos, luego me vestí con mi ropa favorita y me dispuse a desayunar con
mitían que hiciera esfuerzos o alguna acción que pusiera en peligro mi recuperación; me alegraba volver a tener
ndo me duchaba. Mi bebé llevaba una semana más de vida y ya había empezado a formarse su columna y sus extremidades, y según el doctor, ya tenía forma de una frambuesa. M
as de infancia, donde solo dolían los raspones o las caídas de bicicleta. Ahora ya había crecido, y estaba p
n me sentía atada a James, y ahora que era libre nuevamente, podía irme treinta mil kilómetros lejos de mi ciudad natal. Había decidido aceptar la propuesta de irme a vivir en la granja de la señora Macdonald, y empezar una nueva vida, criando a mi h
la luz por medio de los cristales de la ventana y me emocionaba la idea de volver a estar en casa, en un ambiente tranquilo y famili
l, luego, terminé de bajar y al llegar al vestíbulo, vi algunos sobres encima de una de las mesas, de segu
nviaba cuando nos hacía llegar cartas. Decidí tomarlo entre mis manos, y cuan
me invadió, justo ahora que había decidido hacerle compañía, ella me dejaba. Una lágrima cayó en el papel y sus
solía hacer mi mamá los sábados por la mañana y el hambre se me disparó, al parecer mi bebé también quería probar la especialidad de su abuela. Así que c
está en reposo, no hay de qué preocuparse. Ayer fuimos al hospit
po. ¿Acaso mi madre estaba hablando con James? ¿Quién le
e al escuchar que seguía hablando y compren
volvía algo en una taza de vidrio. Suspiré de alivio y cerré mis ojos, todo hab
esar del sol radiante que hacía afuera, y las náuseas y el mareo regresaron de golpe para hacerme sentir vulnerable nuevamente. Tenía las manos su
o que había aca
o
ser cap
ventana, su cabello ondeaba con la leve brisa que se colaba por la puerta que daba al jardín, y su vestido marrón se movía un poco. Caminé lo más rápido que pu
ación se reflejaron en sus ojos, no había previsto que podía es
ar el tono de mi voz, pero, aun así, sonó como un grito rabioso. Mis la
deó y bajó lentamente
xclamé furiosa y le quité el celular de
zo casi imposible entender cómo había pasado de tener una mirada intimidada a una intimid
que tenía en su taza, sus manos temblaban, sin embargo, sus faccione
do eso... ¿quién le había dado el derecho de decidir por mí? ¿Acaso le había dicho que podía estar
ritarle, de decirle muchas cosas, pero era mi madre y debía contenerme-. Porque creo q
da, pero lo pensó mejor y la bajó. Luego respiró hondo y tomó un
, y ese niño solamente vendrá a limitarte, a obstaculizar tus sueños, tu camino. Los planes cambiaron y está claro que las soluciones también deben
de aquellos labios rojos, mi corazón era cortado en pedazos. Se supone que todo estaba bien, que todo había cambiado, q
me apoyarías -susurré con voz
te la vida, estoy buscando las soluciones a los problemas que tú misma creaste. Si hubieras sido más responsable
del dolor que me estaba invadiendo empezaba a jugar con mi estabilidad y estaba a punto
sto -murmuré entre balbuceos-
por mi cabello, pero me aparté bruscamente-, a
regalar un hijo es lo m
ner hijos, pero son millonarios, el bebé estará en buenas manos y no le hará falta nada, siempre tendrá co
-interru
uscar más al niño -agregó en tono más suave y abrí mi boca en señal de incredulidad-. Es lo más conveniente para todos,
lor, no podía creer lo que estaba escuchando salir de los labios de mi propia mad
irmeza y seguridad-. No
ión de buscar lo mejor para ambos, no vas a vender a ese niño, vas a darle calidad d
en toda la casa-. No podré darle todo lo que se merez
a mi habitación, tomé mi bolso y bajé cada escalón casi corriendo, luego atravesé la sala a pasos largos y
en ira y coraje. Había una intención oscura detrás de todos sus cuidados y consentimi