ría reposo por unos días y llevar un collarín. Intentaba insertar la llave en la cerradura, cuando un fuerte dolor de cabeza la incapacitó. Jamás había sentido un malestar tan
le sostenían la cabeza y la estrujaban con la
el suelo por el golpe al caer. Escuchó a Elena proferir un par de salvajad
ojos que adoraba con toda su alma, era una dura carga en su conciencia-. ¿Es que acaso no comprendes q
e él merecía más, ese era el castigo por no afrontar su destino-. Perdóname por
in verlo. Todavía hay posibilidades, lo sé, debes dejar esa c
os y ofrecerle una sonrisa. No quería que el
i la mujer más feliz de este mundo, solo lamento hacerte daño, no lo mereces. -Int
te. Su marido ya había cargado por demasiado tiempo con todos los problemas. Se marcharía del mundo victoriosa, sin ser una inútil con nada que aportar, él le había dado tanto y necesitaba devolverle un po
ro para limpiar las lágrimas, tenía la nariz enrojecida y el cabello despeinado-. No soy un santo, soy tan s
encontraba más débil y su mayor miedo no era la muerte, ese hecho lo asumió pronto. Tenía pavor a no lograrlo, a perecer antes de escuchar el llanto de su hijo por primera vez. Carlos amaría a ese pequeño por encima de todo, porque así er
sabía que él reconocer
e lo hacía sin fuerzas. Porque así era él,
n palabras, mi Ana, ¿acaso no te
a llamar su atención y suspiró al sentir el co
vida, porque solo necesito mirarte a l
lgún lugar perdi