1
ra poder olvidarlo. El clima era horrible, mientra
tán de arriba a abajo y nadie se queda quieto, mientras qué hay tan
do Bunbury, un pueblo donde nunca pasa nada de nada. Así que
cogiera desde la estación de autobuses, pero a pesar de estar sola, aun así, estoy feliz d
una locura, tal vez porque todos trabajan y siempre están atareados. Pague 3,5 libras al alojarme en un hot
edad, mientras que toda la noche estuve abrazando mi cartera con fuerza,
la mañana siguiente me d
las elegidas para venir a Londres. Aunque tengo que ser sincera, no fui la mejor estudiante de mi generación, ni tampoco fui la más perspic
de optimismo, así que
ro, así que sabía que tendría que esperar hasta
e una locura por mañana, ya que todos van al trabajo. Tenía que llegar a las siete de la mañana, ni un mi
de Londres, todo era de lujo y la tecnología era bastante impresionante. Y como esperaba, la sala
as bajo sus ojos, qué está trabajando en la re
mujer parece estar agonizando de cansancio.–Busco a la enfermera Ross.–Dije con ánimos, l
icando una goma de mascar. Después solo me señal
feliz puesto que ya había llegado a mi nueva vida. Estaba llena de ilusiones y sueños que quería realizar en esta nueva vida, q
ándome ver a miles de enfermeras caminando de un lado a otro con pequeños carr, en donde descansan las enfermeras, mientras intento
ta mi pregunta. Después me doy cuenta, que delante mío pasa una chica rubia y d
u atención mientras el
ojos azules son tan cálidos y pi
s.–Ahora yo sonrío al est
mí llegada a Londres.–Tú debes ser la nueva interna, ¿Jane? Si no me e
ientras sonrió al saber que mi nombre ya
as de sangre a la habitaciones 304 y 305? Tenemos el tiempo contado.–Ella me revisa el uniforme, mientras me esta hablando.–Buena presentac
on torpeza, pero ella me detiene antes de que
muestrarios. Así que torpemente tome mi carueba de sangre, camino a la habitación 304. Ya en el lugar, me encuentro con u
, ya que eso es lo que tienes que hacer siempre al entrar a una habitación.– Te sacare sangre.–El
ientras que se de antemano que la mayor parte de los pacientes se ponen nerviosos cuando ven una aguja, pero ella est
nos golpecitos en la zona del antebrazo donde está la vena cefálica. Y
n su brazo. Después aprieto de está un poco, pero
una vez, haciendo que la ni
rando en pánico.–¡Sácala, tonta!–Me grita una vez má
lla por su parte, lo toma y se frota el brazo.–¿Tú eres enfermera?–Me pre
parece que es ruda a pesar de que se ve
edad lo había hecho. Yo estaba sorprendida, porque incluso ninguna persona mayo
pasa
alto, de rasgos finos, pelo rizado y vestido completamente de azul.–Hola Liza.–Dijo
él joven hombre. Yo solo frunzo el ceño, viendo su
a Liza enfadada, pero sabía que y
respuesta, pero la niña
ciendo indefensa, pero claramente ella podía defende
o hecho. Después con lentitud, alzo mi mirada y puedo ver que el
on.–Yo lo miro con una sonrisa, puesto
eando la cabeza luci
dome.–Si no ella no podrá sacarte sangre.–Él toma la aguja y la introduce en su brazo
ntras la tapa con una sábana blanca. La niña soñada,
tre las patas, salgo de l
mientras camina a mi lado.–Era mi trabajo saca
onríe amablemente.–Yo estoy aquí
lo se mofa de mi pregunta,
me da ventaja con él. Mi respuesta a ese gran error, es porque estaba usando un uniforme azul, que se me hizo parecido a a
to miento leo su nombre en su uniforme, mientras miro un
que su nariz respingada hacía la diferencia, haciéndolo ver aún más atractivo.–Me tengo que ir, pero dime si quieres q
í que algo distraída volteo y me doy cue
onces él no es mi jefe, ¡genial! Mi pecho se inflama por lo que acaba de pasar, así
tiene mucha experiencia. De inmediato deduzco que será un hombre grande, ya que en la
stra hacia la sala de enfermeras. –Arregla tu cabello. –Ella pasa sus manos por mi cabello, tratando
ios, traje perfecto, bata demasiado blanca, nariz respingada, ojos q
todas las enfermera
entras el pasa a su lado,
rasposa, mientras ya me siento ame
hombre. Yo muy nerviosa muerdo mi labio inferior, mientras estoy enfrente de su presenci
uspiro de cansancio, mientras que aunque ti
por mí mientras claramente no estab
ndida mientras miro a
o la universidad Peyton te mando aquí.–El d
lo de catálogo. Por lo que veo al pasar, él tiene un alto puesto en este hospital, todos lo saludan y él cómodamente no saluda a nadie, solo cami
que estaba al final de un corredor. Él me deja pasar primero, pero aún es
los lee sin mirarme ni una sola vez. Yo me siento en el asiento del frente, pero siendo since
s pensamientos, ya qué lo dijo de la nada, ya que
solo quería poner mi mano sobre mi frente, diciéndole: "Sí, señor" Él solo s
o te irás y no trabajarás nunca en este hospital.–Me
mientras pronuncio con miedo que haré todo lo posibl
zarse, sino que tengo que hacerlo perfecto.– No hay opción señorit
ón. Yo lo miro atentamente, mientras nuestros ojos se entrelazan.
do de que me haga alg
abriéndola para mí. Al fin y al cabo, me demuestra q
rande oficina, otras enfermeras se le acercan con una bata azul para él. Él con prisa se la pone.–¿Ya está mi pacient
era de pelo rubio, mientras ella tambi
on firmeza, para detener
hice mal? M
a que estoy, siguiéndole el paso sin saber que hacer.–¡No quiero a otra
con mucho respeto, a pesar de q