lgado y escueto, algunas evidencias que daban a entender que sus senos comenzaban a aflorar, aunque de sus caderas n
su rostro ya se dibujaba, a punta de vellos, los esbozos de un suave y varonil bigote que lo hacía lucir genial; su voz variaba constantemente de grave a aguda y cada cuando esto suce
uardo al referirse a los senos de Catalina. A ella parecía n
r las tareas, se reunían bajo la enramada mata de mango a jugar cualquier juego que para el momento se les ocurriera. Así transcurrieron los meses y con ellos el surgimiento de las anheladas caderas de Catalina; no eran voluptuosas pero a ella le agradaban y eso era lo importa
mucho pero se lo callaba por respeto y miedo a su madre; ya en más de una ocasión le había dado su tunda por r
gaba casi a su cintura. Ella deseaba cortarlo justo sobre sus hombros, pero su padre nunca lo aprobó y su madre mucho menos; así que usaba un moño que tejía muy desordenadamente y una gorra qu
ntras la tomaba de la mano para bailar con ella un vals que tocaba su padre con un viejo violín que tenía. Ella y su hermano habían aprendido juntos a bailar, siempre que en la radio sonaba alguna música de salsa o merengue ellos se tomaban de las
oz alta mientras soltaba a su
abe
blas?- contestó Eduardo
a cómo hacerlo de una manera discreta, necesitaba ir al baño pero no quería que los
yuda, creo que
a?, respondió inmedi
la e ir al baño a verificar su sospecha. Eduardo se detuvo y mirando a su padre con un gesto de "deten la música" dijo: _"Quinceañera en rojo"_ Catalina lo miró escéptica, no podia creer que el tonto de su hermano dijera semejante estupidez; huyó de
el que jugaba al fútbol y a las canicas, ahora se sentía un poco más femenina, le gustaba ponerse algo de colorete en sus mejillas y en sus labios para verse más bonita, y aquellos jeans holgados que solía usar ahora se cernían a la delineada figura en la que se