al
intuirlo, mi vida y mi ambiente alrededor nunca iba a ser como antes, lo sabía muy bien aunque quisiera negarlo. Muy lejos ya estaban los días
antes y podías escuchar los cantos e historias hasta bien entrada la madrugada. Ni siquiera el castillo iba
bía vivido aquí toda mi vida. Dicen que el Duque me obtuvo de una esclava que me dio ca
re y de Marchelina como si fuera mi hermana. Éramos
cuidarla y acompañarla hasta que ella consiguiera un esposo, y aun así
igual y fui bien educada para hacerse pasar por una gran señorita, mi cabello era aclarado para parecerse a
ienestar de su hija y pocas veces sa
monio. Marchelina era una chica buena, hermosa y talentosa, todo lo esperable en una dama y más. Pudo ha
o por aquí y por allá, con antorchas en las manos y el sonido del metal arrastrándose llenaba el castillo, cadenas, armas y demás herram
laro: teníamos que huir. La idea de dejar el hogar de toda nuestra vida era aterrador, pero al ver las afu
ole a Marchelina que buscaríamos el resto después. Inclus
Duque fue apartado de nosotras, él gritaba y pataleaba sin éxito. A Marchelina y a mí nos taparon las bocas y nos dejaron en el gran
tras mejillas y cabello, anticipándose a su disfrute, como si fuéramos fruta
a de quién era ella, jamás nadie nos había visto, éramos solo mujeres para su diversión. Ahí entendí que no solo teníam
ca, al menos eso siempre decía nuestro maestro, teníamos un puerto importante, a la orilla
una oportunidad, así no supiéramos a dónde íbamos o qué hacer. Mi idea era clara, protegerla, darle v
r unos minutos cuando escuchamos gritos y nos desesperamos sin saber qué hacer, y ahí es cuando nos dimos cuenta de que nos disparaban. Yo me l
te, apretando su bufanda violeta en sus manos. Aún no lo sabía, pero ahí en mis brazos muri
aba con ella, escuchaba como los hombres hablaban del gran desperdicio que era la muerte de un
humeaba como si fuera la calma después de la tormenta. En una esquina, despojada de toda vida, estaba Marchelina, con la cara pálida y aun algunas
paja, herido terriblemente. Me agaché a tratar de ver si respondía y par
sabía de la muerte de Marchelina. Simplemente, tomó mi mano y depositó en ella su anillo, la última gran reliquia, eso que lo ha
e que lo amaba y que por favor no me dejara sola, pero sin emitir algún sonido simplemen
rtir este dolor, pero pareciera que mi destino era ese, sufrir sola y sin saber qué hacer. Luego de recuperar lo que quedaba de comida, hice lo único que pensé
os mi vida no tenía sentido, estaba perdida. Era el cuarto de los mozos de la
n la oficina del Duque papeles importantes, joyas y cosas de valor
tenía varias reliquias de la luna que guardé como tesoros. Tomé algo de
i conocidos, pero quizás podría pedir ayuda, de repente alguien podría socorrer el castillo, lo que quedaba de él y ver qu
yo pensaba que esto no podría ser peor. Quede escondida, viendo a través d
de qué bando? Cualquiera era terrible, porque no sabía cuál era el bando correcto ni a quien apoyaba al Duque, para
a, esperando mi momento, quizás... no sea tan malo, solo espero una muerte pacífica. Sé con certeza de que no voy a ver a los
oso y sé que me han encontrado. Cuando los hombres abren la puerta de golpe, me doy cuenta de que probablemente ya sabían que estaba aq
uelo de piedra y quedo de rodillas, empujada
oz arrastrada decir, como si hubiese enc
suelo, temblando aún. De repente en mi vista aparecen unas grandes botas, están sucias y su dueño pa
- dice el soldado de voz arrastrada y me toma por mi nuca o
nados de la cabalgata le caen a los costados. Lleva ropas oscuras y un medallón donde aparece un árbol torcido. Eso hace que caig
nocido. Marchelina odiaba las clases de historia del imperio de Aveyron, pero yo las amaba, sentía que viajaba con los libros a lugares que sabía que nunca iba a co
estino
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