La colmena, por favor
áquina de obediencia! Se reclamó a gritos dentro de su cerebro. En cambio aquel joven del bus, o su vecino, parecían llenos de una libertad que él nunca conocería, la libertad de no obedecer a nadie, más que a sus propios instintos o deseos. ?Deseo! ?La deseo! Gritó una vez más para dentro de sí mismo, el deseo de poseer a aquella joven, de aquella curva, lo inundo como si se hubie
sabía que debido a ese odio debía proteger los desfiles. Debía mantener a los ciudadanos en fila, para que fueran en paz a trabajar, para que regresaran en la noche a sus casas en paz a dormir, a comer, a ver televisión, y los pocos suertudos a tener sexo con sus parejas. Ese era su misión en la vida, defender el orden que secret
e piensan hacer! – P
cifrado en su totalidad todas las palabras emi
adio. ?Escuche! Le dijo a Ernesto
pezó a escuchar a través de los altoparlantes d
nos hará la vida más fácil a todos... - Se escuchó un enjambre de preguntas casi i
injusticia – D
on el grupo de jóvenes, así que contestó lo que le ense?aron en la academia de policía:
obligación de un buen ciudadano,
cejas. ?Por favor limítese a
sta solo atino a contestar: "Claro, usted como tiene
rca de La Colmena, yo puedo camina
descendiente el conductor. Acto seguido d
ente, le tiro de forma grosera en el asiento del copiloto un billete
que hoy va a ser un día muy pero muy largo... el pu
amente sin escuchar la conclus
I
an de pies allí, parecían extras, pero estaban esperando algo, o a alguien. Miraban con desconfianza a Ernesto. Alguno
nesto al primer compa?ero que vio
su propio mundo, ?No? Sabin
ay tanta gente afuera? ?Dígame
y lo llevo a una esquina. ?Hoy
va a p
n sus ojos abiertos al máximo – La gente no va a a
como sabe
xclamó casi a gritos. – La gent