e nuevo cuando lo viera, pero tenían la confianza que se entenderían. Lo que paso después de su partida no fu
l día, solo le pedían paciencia para un chico que estaba co
las mujeres som
Alberto que los llevaría a la Ciudad de México. Emprendían un viaje de trece horas, donde pensaría
las que estaba Alberto, nunca imagino que la amara tanto. Las fotos que le compartió Caleb calaron su
avión aterrizaba sin contratiempo. Los esperaba el chofer que c
especial Alberto se embarcó con unas chicas que estaban en la mesa de alado. Quería olvidarla a la chica que estaba arraigada en su corazón, necesitaba sac
ontraste con su color de piel apiñonada y un cuerpo de infarto que más bien parecía modelo. Su identidad siempre fue bien protegida por todos, par
a más de alcohol o te aseguro que terminaras en el hospital por un
uarura o niñera. Qué recuerde no me gustan las nanas
descansar -replico Caleb restánd
pes, hasta que saques toda
gate de una buena vez antes de que me desquite contigo todo el enojo que traigo,
rrado como puerco de este lugar. Vendrás conmigo por las buenas
ción, su amigo estaba muy tomado «ya métanlo al anexo, aparte de borracho pleitista», no podía ponerse
on la pata de una mesa, quedando completamente noqueado al instante «para eso me gustabas, aparte de borracho, torpe». Las p
el alcohol del mundo; si no resarciendo lo que ha hecho a esa chica que tanto menciona -dijo una mese
nguir a las personas que sufrían por amor o por otras si
mientras miraba a la chica de arriba abajo como si se tratara de un bi
túpido arrogante que no puede cuidar de un amigo cuando más lo necesita
ar pero siempre se hacía respetar ante la gente que c
a ceja, esa chica lo estaba regañando sin saber lo que pasaba con su amigo y él no era
mimado hay s
ar para que deje de tomar como loco. Prepárale un par de aspirinas con jugo de naranja para la resaca de mañan
. No es que fuera despectivo, solo que era muy selectivo «fíjate, no sabía que se llamaba de
juicios de la alta sociedad lo mataban «qué bueno que lo aclaras, porque si no lo mato yo», más bien era que nunca había conoc