lla, decían que era una niña muy hermosa y a la vez misteriosa, y era cierto: su cabello rizado de color ne
ía mucho, siempre le preparaba sus comidas favoritas y no le dejaba salir más allá del gran jardín, debido a que es lo más preciado e importante que tienen. Ellos siempre desearon tener hijos, por eso, cuando
gas. A la niña le gustaba mucho leer y escribir sus pensamientos, que por cierto, eran sabios, escribía breves historias con moralejas para la vida, y después se las mostraba a su mamá, papá, institutriz, empleados y sirvientes, ya que eran las ún
añana despertó malhumorada, y más
se enfriara mi desayuno? –se preguntó a
ión a buscar algo mejor en
acerca de lo que sucedía y tampoco su mamá fue a verla. A medida que avanzaba la mañana, Jennie se sentía cada vez más sola; se dirigió al jardín
mente, en particular a su madre, a quien siempre admiraba, era una mujer alta, pelirroja y muy hermosa, de grandes y sonrientes ojos marrones. Sus brillantes ropas parecían flotar y a Je
seria la situación?
ra García. Hace dos semanas que ustedes debier
nnie se retor
–. Sólo nos quedamos para asistir a la re
que provenían de las habitaciones de los sirvientes y em
es sucede? –pregunt
en–. Y por los ruidos yo digo que es
ió?, ¡ven conmigo! ¡Ven! –dijo, y cor
as personas morían por cientos. La institutriz se había indispuesto durante la noche y su muerte fue la causa del lamento de los sirvientes y empleados. Antes de finalizar el día, falle
años sonidos. En un momento se deslizó hasta el desierto comedor en donde quedaban restos de comida. El desorden de las sillas y platos indicaba que, por alguna razón, alguien los había empujado al levantarse de improviso. La niña comió algunas frutas y galletas, y como tenía sed, se sirvió un vaso de jugo Del Valle que estaba allí medi
se sentía mal y algo vacía, ya que esa muchacha era su amiga y maestra, como la hermana mayor que nunca tuvo, habían pasado muchas cosas extrañas para Jennie, al punto de que ya no se sentía segura. Jennie lloró, y se preocupaba por cómo estarían los demás, principa
ilenciosa. Repentinamente escuchó algo que se arrastraba bajo la cama. Se dio vuelta y vio des
contrario, más bien parecía querer salir cuanto antes de la habitación. Y
–se dijo–. Es como si en la casa no h
hombres que entraban en la casa hablando en voz baja. Nadie salió a reci
ó nadie aquí, creo que la niña también se fué,
ja, no sí, la van a dejar aquí
el entrecejo fruncido y lágrimas secas en sus ojitos porque estaba empezando a tener hambre y a sentirse abandonada. Uno de los primeros en descubrirla fue un o
–. ¡Dios mío! ¡A
la dej
mo te llam
o al preguntar "¿¡Sí la dejaron!?" Enfrente de ella–. Me quedé dormida cuand
lviéndose a su com
a"? Debemos llevar
–preguntó ella con una expresión confundida y muy tr
nnie pensó que parpadearon com
amó Víctor–. No ha queda
ntiago, se le qued
an muerto durante la noche y los habían sacado rápidamente de la casa. Hasta que uno de los ho
a carta, segurament
o que vivir una noche tan fría, pero no te preocupes más, tu padre y yo estamos bien, iremos a Mérida, y tú tam
por nada del mundo se olvidarían de ella, la habían dejado sola porque hicieron contacto con varios enfermos y no querían co
se encontraban más qu