nclemente frío de esa tarde de invierno, ella seguía viendo ir
egresaba a su regazo y él le mostraba su blanca dentadura mientr
der sus manitas heladas entre el abrigo de ella y, después de solo un momento, él volvía a salir
s de su abrigo y atrapó su aliento tibio para después frotar sus manos
de donde estaba y comenzaba a dar unos pasos para lleg
y chilló un poco, haciendo reaccionar al pequeño
guntó el pequeño,
pregunta, a cambio, le
ica y el niño agachó la mirada y apretó
en susurro el pequeño,
bía encontrado un niño que lloraba desconsoladamente y, al enterarse de que él estaba completa
ateo y que su tío casi nunca estaba en casa, su abuelo siempre trabajaba y su abuel
no había desayunado de rabia, pero el frío era tan fuerte que fue capaz de apagar el fulgor del coraje que tenía; ademá
ca morena de treinta años ofreciéndol
nía lo que sea que le pudiera ofrecer esa cafeterí
suspirar, ese sitio se sentía fenomenal; además, el olor
uerte, una mejor que la perdida..., y, al menos, estaba lejos de su ciudad y de ese h
erlo. Pidieron una hamburguesa cada uno, él chocolate y ella un té, no era la mejor co
yor de edad entró al establecimiento reconocien
entes y ojos azules y vidriosos al pequeño que
pagó la cuenta y, después de eso, se dirigió a
uestrar a alguien, no precisaba dinero y no quería a un niño; ella no necesitaba más
aba a quienes lo requerían, y ese niño la había necesitad
anunció el pequeño al hombre que sostenía la manita
mento las molestias que le haya causado mí bis
ble, y la calidez le hací
pasar tiempo con él -aseguró la joven acari
con la cabeza mientras de nuevo sonreía-. Su acento me parece algo f
artes -mencionó la chica divertida-. Soy d
al norte del país? -preguntó el hom
suspiró y dio
n melancolía-, pero tal vez solo estaba huyendo, porque, aho
ncluyó el hombre y ella a
nsistió mucho en llevarla a casa y, pensando que era buena idea r
or un montón de desconocidas y heladas calles, llegaron
l, ¿tienes mucho aquí? -preguntó el
rando por la ventanilla a un anciano y un niño que, quizá por agradecimiento, parecían demasiado inte
e apropiadamente que cuidaras de mi nieto -explicó
ar-. Sería agotador montarme en un avión ahora mismo, pero no queda nada a qué quedarme... Y,
r recibido y se dirigió a su h