ann
stúpido, con muchas de las secretarais que trabajaban para él, o para los hermanos Bencomo, si incluso en ocasiones, la junta directiva, ante su afición de coleccionar secretaría
el coche!"- o
ndome serio, no me gustaba que me mirara así parecía aú
¡Para el coche ya, Rayco Vieira"- le ordene
ciera lo mismo, ya que no podía abrir por el lado de mi puerta, porque el tráfico a esas horas en Tokio era muy abundante, decidí salir por la puerta por la que había salido
más duro y musculoso que hubiera tocado nunca, y no era que hubiera tocado muchos, solamente, a mis catorce años,
o me di cuenta de que no había hecho nada para alejarme, pero cuando me
bosa"- le dije con furia apretando la mandíbula
as partes de su cuerpo, hasta la que era más indecente sentir, sacó de su bolsillo, algo que coló de forma descarada en mi escote, ent
a limusina e irse igual que había aparecido en mi vida, sin esperarlo, m
me di cuenta de que ese maldito sabía dónde vivía. La ira me invadió, y comencé a saltar, a gesticular, diciendo todos las palabras más feas e ins
e estar calmada, lo que daría por tener mi saco de boxeo. Desde pequeña, gracias a mi hermano y a querer que mi padre se sintiera orgulloso de mí, practicaba King Boxing, cuando mi hermano
cayó al suelo. Era una especie de tarjeta metálica dorada, tipo carnet, recordé que el cerdo me había intr
- dije en alto con furia apretando mi mandíb
vez. Fue difícil ya que en mi mente varias emociones se entremezclaban, la ira, el odio, pero también una sensación que no supe identificar, que me cortaba el aliento cuando mi traicionero cuerpo me traía a la mente, las sensa
na, estaba ocupada con los informes de la contabilidad de la semana pasaba, cuando mi móvil
Cómo va todo?"- le
gracias a la pulsera de su muñeca, la policía pudo traerla de nuevo a casa, pero cada vez está peor, deberías plantearte ponerl
hijo de ocho años llevara sólo esa carga. Me dirigí a la basura del baño y cogí de nuevo la tarjeta, sabía que esto iba a ser un auténtico infierno, pero era mi infierno, mi hijo no tenía por qué sufrir por mis errores, él no. Y