a, estoy... ¿cómo llamarlo, desubicado? No sé... Me
entusiasmo. Sin duda, y te lo digo a ti, Nadie, en este momento de mi profesión, y por qué no decirlo (además, no se lo digo a nadie, solo a ti, Nadie, que es como decirlo a todas las gentes posibles), me si
die, que me escucha y me compren
n neutral y al mismo ti
r ti, ya hubie
aces apreciar cualquier atisbo, recovec
y me insuflas la energía que nece
ción en la escuela Viento Sur Teatro! Estaría ahora, seguro, haciendo servicios normales. «A patrullando la ciudad», como decía aqu
a esconder la parte que les avergüenza en aras de engrandecer
o a desmantelar una organización importante de tráfico de drogas, y
tos en que una de ellas me tira con más fibra. Hasta ahora estoy logrando deshacerlo, pero cada día me tengo que esforzar más para conseguirlo. Tengo que confesarte Nadie, que ha habido jornadas enteras en las que el Quino indigente ha sido dueño de m
en un arrabal donde descubres la parte más cruenta e injusta de la sociedad, y aun habiendo subsistido a ellas, permanece en uno, al menos en mi caso, un gran sentido inalterable de la humildad y de la solidaridad. Sí, ya lo sé. Y no me chilles. Además, lo sé por dos vertientes en principio distintas, pero que al final confluyen ambas: En la práctica
s
or más barricadas que te c
sé.
ella allí, con el Capi durmiendo la mona, que no se entera de nada ya pueden caer cohetes. Y he po
uy dulce y trans
para informarle de novedades, así que
o que es justo. Que, por otro lado, es