ugar que nunca queda vacío, por las noches los pasillos se vuelven silenciosos, casi en complicidad para que escuches con atención el resonar de pasos
, los guardias de seguridad pasean incesantemente. Todo absolutamen
illos. La estructura en sí es simple, muchos salones usados cómo cuartos o consultorios, distribuidos en los cuatro pisos superiores
da que, por las noches, se intensifica. Las incesantes palabras de quienes con sus necias bocas hablan de aquello que no comprenden,
que le hacen permanecer quieto en su lugar, hasta que sus músculos se relajan permitiéndole seguir su camino. Los rumores escalofriantes de las almas en pena que deambulan por lo
a en el lugar, los doctores se muestran más optimistas respecto a su condición, ya que su apéndice se había reventado en su interior casi matándole para el momento en que su familia deci
cluso con las doctoras. Quienes lejos de ofenderse, se dejaron llevar por la ternura que les evoca el joven de tiernos rasgos, por lo que las discretas advertencias para que no se alejara de sus compañeros de cuar
estómago que le hace moverse ansioso en su camilla, las sensaciones le abruman, incluso llegando a despertar a algunos de sus compañeros de habitación un par
os guardias. En ciertos pisos hay zonas verdes, con algunas bancas para las visitas que llegar por la tarde, y para que los pacientes se despejen. Por lo que N
breves momentos, Nico percibe cambios abruptos de temperatura, en los que la sudadera que lleva puesta no le da el calor suficiente o le quiere asfixi
ntan su velocidad, mientras los de Nico se ralentizan, por lo que Nico intenta buscar un lugar en el que ocultarse. El joven se esconde tras una
si inmaculado piso. Confirmando así que alguien pasó tras él, más sin importar cuánto recorra el pasillo no encuentra una explicación coherente. Fijando su vista en la esquina del pasill
ece aferrarse a la esquina de la pared del pasillo con dedos tan largos, que Nico abre sus ojos sin creerlo, escuchando los rasguños producidos por las oscuras uñas. Es ta
sombra sale un poco más de su escondite, hasta erguirse frente a Nico. Este no espera un segundo más, voltea rápi
sfigurado rostro. Una vez Nico se pone de pie, pese a la punzada que percibe en su abdomen, el ser se abalanza a él. El grito que intenta salir de forma escandalosa de
a enfocar. Doctores e enfermeras que lloran ríos de sangre, salen prácticamente de las blancas paredes, mientras monjas aparentemen
as lágrimas comienzan a salir de sus ojos sin permiso, por lo que Nico tapa su rostro con frustración, llorando por largos minutos de for
co suspira pesadamente, hasta que siente