sus tantísimos negocios, se daba siempre un tiempito para jugar con las niñas, ayudarlas en l
inicial porque le puso mala nota a Tatiana por un dibujo que había hec
nar cosas-, intentó explicar la maestra pero mi marido no entendía razones. Gritaba como un t
enojes papá-, sollo
ra es injusta, hijit
correctamente sus paisajes, amor, Tati e
aron con tus gritos, papá-,
so es lo que consigue
voy a defenderlas de todo-, dijo, ento
z de las más grandes locuras, co
as cuatro eran titulares y se disputaba la gran final del certamen, justamente contra el gran rival del plantel con el que siempre habían peleas y descomunales broncas. Donat
Roxana porque los nervios de m
n sánguches y agua tibia. -¡Se han demorado mucho!, se quejó Donatello, ¡seguro
marte, hombre
na y Deborah fueron a los vestidores y Donatello se puso como un gallito de pelea con los papás de las chicas del equipo rival. Se reí
ba yo fastidiada porque todo
gio de las niñas y no solo mi marido, sino también los otros papás estaban furiosos, reclamaban, insultaban y amenazaban con palabrotas de
a. Le dio en el muslo. Mi hija se desparramó en la cancha, adolorida, aunq
r como un energúmeno, se puso igual de rojo que un cangrejo recién hervido y
ra jalarlo y llevármelo a su asiento, lo encontré envuelto en una gran pelea co
puñetazos con los otros papás. Los padres del colegio de mis niñas fuer
aba tan hinchado que parecía haber sido atacado por un panal de abejas. ¡Qué vergüenza! Yo
ritando como loco la anotación de su hija. En los minutos finales, Roxana que era la arquera, le contuvo un penal a una contraria y mi marido, ya sin poder contenerse, se metió aese ho
as y la forma cómo me dominaba, volviéndome sumisa, entregada a sus besos. Tenía tanta pasión que desa
en mi aliento, disfrutaba de mi busto con embeleso y los volvía en un minuto grandes colin
eteras, mi infinidad de curvas y redondeces, y dejara huella hasta el último rincón de mi vasta geografía. Estar en sus braz
vanzaba febril e impetuoso hacia mis abismos más lejanos, obnubilándome totalmente. Parpadeaba en medio de muchas luces mientras él taladraba mis defensas, estremeciéndome
acer y hasta lo mordía impetuosa, eclipsada de todo su poder varonil. Y caía so