lor de la oscuridad -negro-. Ya no ves lo que comes, por donde caminas, a las per
nos meses todo era completamente diferente, y ahora, todos los dÃas solo siento una horrible fru
garganta se apreta con demasiada fuerza. Ya no quiero seguir llorando, pero es inevitable no hacerlo. Nuevas lág
, solo quiero dormirme en un profundo sueño par
ega a causa de ello. Y la noticia fue desgarradora, y solo provocó
terminarÃa por acostumbrarme a esta vida. Y por supuesto eso no me consoló, solo logró hundirme más
a, Carol, llena mi audición-, E
brusquedad de la prete
quisiste comer
e inmediato-. ¡Ya
e se ha rendido de insistir, y ahora sólo puedo escuchar su
edo verlo, sin embargo, puedo por lo menos sentirlo. Antes de esto, jamás l
lencio, y el sonido de mi respiración ya tranquila. No es hasta que el estruend
, Elizabeth?! -la voz de mi he
oÃste -
Por qué simplemente
ntra acuclillado frente a mÃ. Una mano es posada sobre las mÃas, que perma
tián, suena como una suplic
des obligarme a hacerlo -d
uiebra ligeramente-, Pero eres mi hermana, y mi deber es cuidar
aún que la anterior. Las lágrimas nuevamente se agolpan en mis ojos, puedo sentirlas, pero no me atrevo a derramar ninguna. Tampoco me atrevo a responderle nada a Sebas
lo quiere decir que Sebastián se ha levantado de
te -Y antes de darme tiempo a protestar, oigo la puerta cerrándose. El gran
casi imposible. Simplemente, no puedo. Mis mejillas se sienten h
uiero llorar. Y no quiero seguir
ima de mà todo el tiempo. Necesito hacer algo más, que estar aquà encerrada. Por que es muy claro, que yo no
ugar. Cuando los encuentro, antes de ponérmelos los tocos para asegurarme bien en cuál va en el p
veces he caminado por aquÃ, y me sé casi el pasillo de memoria. Asà que sé, de
ontinuo caminando. Más adelante encuentro la puerta principal, y toco la pared en busca de mi
onde voy. Y, me siento aliviada, eso quiere decir que n
.
e voy, o a dónde quiero ir. Sin embargo, no me detengo. Sigo avanzado, porque prefiero estar perdida aquà afuera, que
omienzan a doler y el cansancio recorre mi cuerpo. Y ahora que recuerdo, olvidé tom
ra tratar de encontrar alguna sombra que me cubra. Entonces, giro a la derecha y mi camino solo es guiado por mi bastón entre mis dedos. El camino es
to, pero por el sonido tan chillante que este produce, sé que aún no ha podido frenar y el sonido se escucha cad
nde estoy cuando alguien a la lejanÃa grita "¡Cuidado!" a todo pulmón. Es en es