Loraine era una esposa devota desde que se casó hace tres años. Sin embargo, a su esposo Marco no le importaba nada ella. Nada de lo que ella había hecho ablandó su corazón. Por fin, Loraine se cansó de todo esto. Ella le pidió el divorcio y lo dejó sin pensar. Los demás la miraron como si estuviera loca. "¿Has perdido la cabeza? ¿Por qué estás tan ansiosa por divorciarte?". "Es porque tengo que irme a casa para obtener una fortuna de mil millones de dólares. Además, él ya no me gusta", respondió Loraine con una sonrisa. Todos se rieron de ella; algunos pensaron que el divorcio la había afectado mentalmente. No fue hasta el día siguiente que se dieron cuenta de que no estaba mintiendo, porque una mujer fue declarada repentinamente la multimillonaria más joven del mundo, ¡y era Loraine! Marco se sorprendió mucho con esas peripecias. Cuando volvió a encontrarse con su exesposa, ella ya era una persona diferente. Un grupo de jóvenes guapos la rodearon y ella les sonrió a todos. Esta escena lastimó el corazón de Marco. Dejando a un lado su orgullo, trató de recuperarla. "Hola, mi amor. Veo que eres multimillonaria ahora. No deberías estar con idiotas que solo quieren tu dinero. ¿Tal vez podamos volver a estar juntos? También soy rico. Juntos, podemos construir un imperio fuerte. ¿Qué dices?". Loraine entrecerró los ojos hacia su exmarido, y sus labios se curvaron con disgusto.
"Hola, Marco. Recuerda que hoy es nuestro tercer aniversario de bodas. Te preparé una sorpresa. ¿Puedes llegar temprano hoy a casa?".
Después de enviar el mensaje, Loraine Bryant se quedó mirando la pantalla de su celular con gran expectativa, y no quería soltarlo para no perderse cuando Marco respondiera.
Sin embargo, no obtuvo ningún mensaje, como de costumbre.
De repente, sonó el timbre, ante lo que su corazón saltó de alegría y sus ojos se iluminaron.
¿Sería Marco?
Loraine se apresuró a abrir la puerta.
Para su decepción, solo vio a los guardaespaldas de Marco parados allí afuera.
"Señora Bryant, tiene que venir con nosotros al hospital ahora", ordenó uno de ellos.
Loraine dio un paso atrás en estado de shock y miedo. No obstante, los hombres la arrastraron hasta el auto.
En el camino, ella los bombardeó con preguntas. Sin embargo, ellos solo permanecieron en silencio.
El auto pronto se detuvo en el hospital, y los guardaespaldas la arrastraron desde el estacionamiento hasta el interior, donde la presionaron contra la pared de afuera de una habitación VIP.
Ella había cerrado los ojos por miedo, y cuando finalmente los abrió, lo primero que vio fue el rostro de la hermana de su esposo, Marina Bryant.
"¿Por qué te tardaste tanto?", cuestionó esta irritada.
Un mal presentimiento se arremolinaba en el corazón de Loraine. "¿Qué haces en este lugar? ¿Por qué esos guardaespaldas me arrastraron aquí? ¿Le pasó algo malo a Marco? ¿Está enfermo?".
"¡Cállate!", le gritó Marina, interrumpiéndola. "No le pasó nada malo a mi hermano. Te trajeron aquí porque le vas a dar a Keely uno de tus riñones".
"¿Qué?", soltó Loraine sin poder creer lo que escuchaba. "¿Marco aceptó esto?".
Los tres años de su matrimonio no fueron nada románticos ni dulces. Ella sabía de Keely Haywood, la chica consentida de Marco. Esta había estado recibiendo un tratamiento en el extranjero, y el hombre viajaba constantemente para verla, por lo que rara vez estaba en casa. Ahora que Keely estaba de vuelta en el país, él la llevó a su casa y le daba toda su atención.
A Loraine le dolía mucho que Marco no la tratara bien, pero tenía la esperanza de que se enamorara de ella algún día. De este modo, ella se convirtió en su esclava y la de toda la familia Bryant. A diario, ella hacía todas las tareas de la casa.
No obstante, el hecho de que le estuvieran pidiendo su riñón era el colmo de todo, e incluso era difícil de creer que Marco hubiese estado de acuerdo con eso.
Evitando el contacto visual con ella, Marina respondió con arrogancia: "¡Por supuesto! Tú y yo sabemos que mi hermano no ama a ninguna otra mujer más que a Keely. Si la abuela no lo hubiera instado a casarse cuando Keely todavía estaba recibiendo tratamiento en el extranjero, mi hermano no se habría casado contigo. En otras condiciones, una huérfana pobre como tú no podría formar parte de nuestra familia".
Si bien Loraine vio que sus labios se movían, ella pareció comenzar a dejar de escucharla, y su mente divagaba.
Poniéndose las manos en la cintura, Marina continuó con desdén: "No has podido ni siquiera tener un hijo incluso después de tres años. Eres solo una sirviente en nuestra casa. Ahora que Keely necesita un riñón, y tú eres una posible compatibilidad, ya es hora de que sirvas para algo. Si te atreves a desobedecer, mi hermano no dudará en dejarte y casarse con Keely".
En ese momento, Loraine volvió a la realidad cuando sonó el celular desde su bolsillo.
Al mirar la pantalla, vio una notificación de su banco: Marco le había transferido diez millones.
¿Ya le pagaron por el riñón?
¿Debería sentirse honrada de que algo suyo fuera tan valioso?
Loraine sentía como si el corazón le doliera, y los ojos le empezaron a picar. Sin embargo, su orgullo la hizo parpadear para contener las lágrimas que amenazaban con salir.
Marina, quien no había dejado de parlotear, de repente les ordenó con impaciencia a los guardaespaldas: "Vigílenla; yo voy a ver al médico. La cirugía debe estar por comenzar, y ella no puede huir".
La chica dijo eso intencionalmente para demostrarle a Loraine que hablaba en serio, y luego se fue con arrogancia.
Loraine no iba a permitir que la usaran así, por lo que cuando los guardaespaldas intentaron detenerla, le dio una patada en la ingle a uno y un golpe en el mismo sitio al otro.
Entonces irrumpió en la habitación con la intención de preguntarle a Marco sobre eso, y lo que vio la hizo congelarse. Marco estaba sentado en el borde de la cama
con Keely apoyada contra su pecho.
Frotándole la espalda, él le dijo reconfortantemente: "No te preocupes, voy a hacer todo lo posible para que te recuperes. Confía en mí, ¿de acuerdo? Ya encontré alguien compatible contigo. Vas a estar mejor en poco tiempo".
Al escuchar eso, Loraine sintió como si le presionaran una piedra enorme sobre el pecho, y casi no podía respirar.
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