IV
me? -me pregun
iento apenas de cabeza. No quería que descubriera el estado de derro
ero chismoso le habrá comentado algo, pensé, mient
era encontrar una manera delicada de sacar a la triste mujer desvalida y con
enía para el taxi. ¡Gracias a Dios era una buena suma! L
te pida otra c
e su pregunta llamó mi atención. Se
é me mi
lema, ya me
que te lla
ocultar mi desconcierto, sin lograrl
dueño del
isc
otada de la noche, de esta
nen razón. -El mesonero no supo que lo hice cómplice de mi des
, era lo lógico. Pero nadie movió un músc
omisura de sus labios un poco-. Por lo menos yo, no necesito eso. En c
o en alerta total. En ese momento no supe explicar ese tono de voz y Dios solo sab
¡¿Qué necesitaba?! ¿Pagar la cuenta de la cena, irme a casa y dormir? ¿Eso era todo? Allí, pensando en la respuesta y vie
o. Y sentí un repentino alivio, como sintiendo un peso l
débil me había deja
an solo un pequeño movimiento. Tenía una sonrisa in
sexo esta no
Q
zó a sobar, analizando y arrastrando la yema del índice derecho allí, en ese pedazo de c
que sí, ¿q
an dejado varada. Una mujer como
eza y seguridad en cómo lo dijo... Pude haber sentido miedo, cualquier chica lo sentiría. Él era un extraño y dueño de
ue ese albur codicio
a es la contraria?
a aventura, porque las propias te merecen. -Se tomó un breve momento de silenc
Suspirar era lo que mejor hacía frente a él, lo comprobé tras sus di
an grande la de los
Cu
frutar que mis susurros y palabras bajas, de yo elevarlas, serían casi el único sonido en la estancia. Volví a mirarle y con más profundidad, quería que entendiera bien lo que le estaba diciend
ia otro lado para no mostrarme más por d
ebajo de esa mesa quise estar
horas en Maracaibo, llorando y mirando la pantalla del celular como si le fuera la vida en ello, es una atracción inevitable. -Tragué grueso al darme cuenta de sus d
dueño? Bueno, de serlo puede litera
e me insistiera que me encontraba en el ojo del huracán. Fruncí
zás el poco personal que queda debe estar pensando y divirtiéndose con el compañero dignado a cump
su desconcertada sonrisa-. Yo no apuesto nada
permiso para sentarte aquí si
pedí permiso para sentarme, te pedí perm
l lugar llevas una intensión. Lo haces y luego cambias la
nte, porque el sonido de su silla siendo arrastrada hacia mi cuerpo me trajo de vuelta a la realidad, una de la que tampoco sabía que me había apartado y esta última palabra describe a
ia un hoyuelo que solía formarse en mi muslo derecho. Me di cuenta de ello porque el frío del aire acondicionado
Estaba atrapa
¡me la había arrancado de raíz! Manos sobre mis piernas, boca saboreando mi piel junto un pequeño soplido. El embarque, las lágrimas, el dolor, el fracaso, la angustia y hasta los minutos, se fueron al techo y se quedaron a
o cuando sus dedos las fueron separando poco a poco y no sé s
viajaba hacia el interior de aquella tela verde por debajo de la mesa y anclé mi mano en su muñeca. Pero presioné más para sostenerme, que otra cosa.
tró mi lugar y jadié-. Seré yo mismo quien te vista de verde nuevamente. -Su yema provocando un desorden en mi cabeza-. Ajustaré el broche de tus tacones para regresar aquí y comenzar,
he, mi vida dando piru
que me dedicas mientras te recorro, valdría la pena cada hora
Dio
anzara. Estaba a punto, acabaría explotando en un lugar público de la mano de un total desc
del local, y si lo que quieres es em