a sede central de Montenegro Corp. Con cada paso, proyectaba la imagen de una mujer inquebrantable: impe
che, algo e
anecía en su oficina, con un vaso de vino apenas tocado en una mano y un sobre sin abrir en la otra. Su escritorio estaba ordena
acio, a pocos metros de ella. Clara sabía que él había permanecido allí a pesar de que no era necesario. Andrés siempre encontraba una excus
eía en los pequeños detalles: la manera en que le dejaba café justo como a ella le gustaba sin
recordaba todo lo que había sacrificado para llegar hasta ahí. Pero por primera vez, sinti
interrumpió su
bien,
mente desajustada y una expresión que mezclaba respeto y una genuina preocupación
e en el cajón y forzando una sonris
upo que no eran del todo ciertas. Algo estaba camb
, para enfr