que parecían guardar secretos milenarios. El viento, frío y afilado, aullaba como un lobo herido mientras agitaba las ra
s de que el sol se escondiera, pero una visita inesperada al único hospital del pueblo la había retrasado. Su madre, enferma
sus
l sonido del viento ni el crujir de las hojas secas. Era una vo
a...
on la linterna los rincones oscuros, pero no vio nada. El sil
quilizarse. Pero cuando estaba a punto de retomar
úda
trar; desde niña, su abuela le había contado historias sobre el abismo escondido en esas t
sonaba tan
ta ayuda?", se dijo, tratando d
, se internó
crujían bajo sus pies, como si el suelo mismo intentara advertirle que regresara. El aire olía a humedad y
r... no m
la espalda como un escalofrío helado, no podía ignorarlo. Se detuvo un momento, trata
ulsante, como si respirara. Marta avanzó hacia el
smo. La luz roja emanaba de las profundidades, iluminando el borde c
ntó con la voz
nterna rápidamente, enfocando la figura de un hombre. Estaba de rodillas junto al borde del abismo, con la cab
-preguntó Marta, da
s ojos eran completamente negros, dos abismos que reflejaban la luz
con una voz que no era la mi
suelo y se apagó, dejándola en una oscuridad casi total. La l
os eran torpes, casi mecánicos, como si no es
gritó Marta, su
resonó como un
orando las ramas que rasgaban su piel y las raíces que intentaban hacerla c
r más rápido. Pero no era el sonido de un solo perseguidor;
había comenzado todo. Reunió todas sus fuerzas y corrió hacia él. A
, un escalofrío recorrió su espalda. Frente a ella, en
apa del ab
lla parecía tan peligroso como el hombre frente a ella. Su men
e nuevo, su voz temblando mientr
iderara su pregunta. Su sonrisa se amplió
el bosque con un movimiento lento de su mano, y el aire alrededor p
su mente. De repente, recordó las palabras de su abuela: "El abismo no solo toma cuerpos;
o al abismo -dijo, tratando de sonar
a humana, un sonido hueco y metálico qu
Marta. Entraste, escuchaste,
y el hombre, extendiéndose hacia el bosque, mientras una luz roja y pulsante se derramaba como sangre desde e
ombre, mientras su cuerpo comenzaba a des
lvió a mirar, é
reso a
asas del pueblo aparecieron a la distancia. Se detuvo, jadeando, con las piernas temblorosas. La luz e
uerza, asegurándose de atrancarla. Su abuela, sen
niña? -preguntó,
o, la voz, la luz roja, el hombre del abismo. La abuela la e
eja caja que siempre había mantenido cerrada. Sacó un crucifijo de hierro o
mado a muchos antes, pero tú eres la primera en
preguntó Marta, su v
del miedo, de las dudas. Necesitarás más q
ieron una chispa de esperanza. Sabía que no podía ignorar lo que
eda de r
a relato, una imagen más clara del abismo comenzó a formarse en su mente. Era un lugar antiguo, una grieta que conecta
ra un ritual peligroso, que requería que alguien enfrentara a las entidades
a, el frasco de aceite y una vieja daga que encontró en el s
mo la e