Punto d
onjunto. Toco las ricas cortinas y suspiro de placer. No sé exactamente el alcance de la riqueza de Florenti
. Es increíblemente obvio lo que quiere... Pero cada célula de mi cuerpo grita NO. La inevitabilidad del sexo con él me ha perseguido desde el mismo momento e
tiré la ca
ojos peligrosos se dirigen hacia mí y empiez
lajada. Odio lo despreocupado que parece, lo control
o con altivez la cama ta
o camina hacia mí, como un
na vez más, mi cuerpo me traiciona total y comple
lo fijamente a sus inexpresivos ojos col
ntra la pared. Puedo oír mi corazón latiendo desbocado en mi pecho, y temo que él también pueda oírlo. De repente, me toca. Una mano se desliza por
olerte. -Olfatea el aire con aire crítico-. Notas de miel, almizcle y laurel. Fresco, pero un
la pared. -¡Eres u
ra hacia su boca y la chupa. Este beso no es nada, nada como el beso casto de la catedral. El placer se extiende como un reguero de pólvora por mi cu
asom
ndo ver burla. En cambio, sus ojos están llenos de rabia, lo cua
de que encontraré un cuerpo dispuesto en otr
asiado atónita como para hacer algo, luego caí en la gran cama solitaria. ¡Dios mío! Mi corazón l
no Punto
as, tul y seda. Ninguna novia se ha visto tan bien como cuando pisó el altar. Una maldita diosa, nada menos. Y desde entonces, horas después, me atormenta
viendo loco. Cada encuentro con ella me deja así: cachondo, insatisfecho, loc
ea, pero parece que luchará conmigo hasta su último aliento. Hará falta fuego y azufre antes de que admita que me desea. Pero por mucho que tenga hambre de ella, nunca la tocaré hasta que se ac
ncontraré a alguien que me recuerde a Giulia y eso me vendrá b
er que tiene sobre mí pequeño dragón que escupe fuego. Ella
a mi lado mientras m
ullada de un boxeador. Es al menos treinta centímetros más bajo que yo, pero lo comp
bras y tienen la tarea de aparecer solo en caso de problemas. Las únicas dos personas a las que se les permite estar a mi lado
itución es engañosa. Vance es rápido, eficiente y puede entrar y salir como el humo antes de que te d
a dónde voy siempre para relajarme cuando estoy en París. Suena un teléfon
Rossi-
e los auriculares en el oído. Vance conecta inmediatamente la llamada a mis au
Mel
ar con su nieta, y el tramposo de ataúdes ya está abusando de ese jodido privilegio. Estoy cachondo como la mie
s dicho?-,
el pecho. -¿Te debo alguna explicación?-, le espetó,
nto, es
nto tuyo ni de nadie más. No sé si eres consciente de esto, pero n
rnar su dominio con puño de hierro, muy parecido a lo que yo hago ahora, pero cometió el error de entregarle su trono a su hijo, Paulo Rossi, y el bastardo lo derribó más rápido de lo que yo espe
aja. -Estoy preocupado por
alvar tu piel arrugada, casi digo, pero lo