o 9: El
rancio y sofocante. Sophie y Amelia yacían en el suelo, jadeando, con los cuerpos entumecidos y el co
u andar era pausado, calculado, como si disfrutara de cada segundo antes de llegar a ellas. La tenue lu
le clavaba en la piel como una aguja afilada. A su lado, Amelia solloz
ellas, cruzándose de braz
podían escapar? -pregun
acer de verla rogar ni disculparse. Amelia tamp
sillo. Lo encendió con calma, exhalando e
-su tono cambió, volviéndose más grave, más amenazante-. Les di un lu
ra lo que él creía que les estaba dando? ¿Acaso no ent
-susurró Amelia, su
ró con f
Lo que hicieron tiene consecuencias, y les aseguro
sintió las lágrimas quemarle los ojos, pero se negó
asta quedar a la
rró con malicia-. ¿
no re
ó con di
e quieres ser
sfrutando de la tensión que llenaba la habitación. Lu
n lo qu
ado. Sophie no quería imagi
llos llevaba una caja de madera y la colocó sobre una mesa vieja que
obre un paño de terciopelo negro. Sophi
us manos con familiaridad, como si ya
jo en voz baja, pero fi
erza. Sophie intentó resistirse, p
. -susurró Ameli
noró y leva
su cuerpo se sacudió por el impacto. Sophie sintió la piel erizar
n
o
r
a un recordatori
uerza. El dolor fue inmediato, abrasador. Mordió s
at
nc
e
ó la
. Sophie respiraba con dificultad, su piel ardía, pero lo peor no er
levantó el rostro de Sophie con
ción? -preguntó con
no re
na bofetada rá
ont
la poca fuerza que le qu
S
nrió, sa
hora, le
odían moverse, pero con
Sophie, inclinándo
lo suficiente -susurró con
escalofrío reco
lla y la obligó a m
uñeca. Acepta tu lugar o
con brusquedad y
s -ordenó a
s fuera del sótano, sus cuerpos e
Sophie, algo
o intentara doblegarla,
o se r
ra. No
-