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Durante tres años, Shane e Yvonne estuvieron casados, compartiendo noches acaloradas, mientras él aún estaba enamorado de su primer amor. Yvonne se esforzaba por ser una esposa obediente, pero su matrimonio se sentía vacío, construido sobre el deseo más que sobre el verdadero afecto. Todo cambió cuando se quedó embarazada, sólo para que Shane la empujara a la mesa de operaciones, advirtiéndole: "¡O sobrevives tú o el bebé!". Destrozada por su crueldad, Yvonne desapareció apesadumbrada y más tarde regresó, radiante de plenitud, dejando a todos boquiabiertos. Atormentado por los remordimientos, Shane le suplicó otra oportunidad, pero Yvonne sólo sonrió y respondió: "Lo siento, los hombres ya no me interesan".
"Hacía mucho tiempo que no disfrutábamos de un momento como éste...". Los labios de Shane Brooks rozaron suavemente la oreja de Yvonne Burton, susurrándole con una voz tan suave como el terciopelo.
"Shane, por favor, tengo que ir al hospital...", pronunció la chica tras girar la cabeza, evitando el beso que el hombre intentaban robarle.
"¡Dejémoslo por el momento!", insistió Shane.
El tiempo parecía extenderse infinitamente, sintiéndose como una cuerda que se tensaba tanto que amenazaba con romperse en cualquier momento.
El hombre finalmente soltó a Yvonne cuando notó que estaba muy mareada y parecía que estaba a punto de desmayarse.
"¿Te lastimé?", su voz, clara y profunda, estaba teñida de una mezcla de preocupación y burla. "¿Qué tal si te compenso comprándote el bolso de la última colección de tu diseñador favorito?".
Los ojos de la chica se abrieron y su mirada se posó en él.
El hombre que tenía delante poseía una galanura impresionante, con rasgos tan refinados que cualquiera pensaría que habían sido esculpidos por un artista. Su habitual comportamiento frío e indiferente seguía allí, aunque ahora mostraba un atisbo de una pasión débil y persistente, vestigio de la intimidad que acababan de compartir.
Después de tres años de matrimonio, Yvonne sabía muy bien qué significaba esa mirada; era la señal de que él se sentía satisfecho.
Por eso se estaba mostrando tan generoso.
Los labios de Yvonne se curvaron en una sonrisa amarga. "¿Ya lo olvidaste? Todavía estoy cumpliendo mi condena".
"Entonces puedes usar el bolso cuando salgas", respondió Shane casualmente, como si estuviera hablando del clima.
El pecho de la chica se estrujó dolorosamente; su esposo lo había dicho con demasiada naturalidad, como si cumplir una condena en prisión fuera simplemente un contratiempo mundano.
"Saldrás de prisión pronto, ¿verdad?", dijo él mientras sus dedos recorrían su mejilla con una facilidad ganada por la experiencia.
"Ya te lo dije antes, un año pasa en un abrir y cerrar de ojos".
Asimilando el triste que sentía, Yvonne tomó la mano del hombre mientras la desesperación se filtraba en su voz: "Me llamaron del hospital... Dijeron que mi abuela no se encontraba bien. ¿Puedes ir conmigo a visitarla?".
Como todavía estaba cumpliendo su condena, no podía salir cuando quisiera, pero ella se había ganado un día de libertad gracias a su buena conducta durante su estancia en prisión.
Al principio tenía planeado ir directamente al hospital, pero dudó al pensar en que su frágil abuela, Maggie Thomas, pudiera sentirse perturbada por su apariencia desaliñada.
Decidió ir a casa para cambiarse de ropa, pues nunca imaginó que se encontraría con Shane, quien acababa de regresar de un viaje de negocios.
La chica quería ir al hospital lo antes posible, pero su esposo la detuvo; él fue demasiado insistente, exigiendo que sus necesidades físicas fueran cubiertas antes de cualquier otra cosa, provocando que ella pasara toda la mañana allí.
Aun así, Yvonne pensó que esto quizás era bueno; si Shane la acompañaba, su abuela estaría feliz.
Para su desgracia, al siguiente instante, el hombre apartó la mano; su acción provocó que el corazón de ella se hundiera como una piedra arrojada a aguas profundas.
"Tengo que atender algunos asuntos pendientes esta tarde. Tendrás que ir sola", respondió Shane de manera tajante.
Se puso de pie, sacó una tarjeta del cajón del buró y se la tendió a la vez que decía: "Usa esto para comprarle algo lindo a tu abuela".
Esto no fue nada inesperado para Yvonne: ya había vivido cosas similares en el pasado. El hombre prefería resolver todos sus problemas con dinero.
No obstante, sabía que Maggie no necesitaba regalos lujosos; lo que más anhelaba era verla al lado de Shane, siendo felices juntos como una familia.
El hombre se duchó, se vistió y se fue sin siquiera despedirse.
Yvonne se levantó lentamente, con sus piernas todavía sintiéndose débiles y entumidas cuando salió de la cama; luego se ocupó de preparar algo de comida casera para llevar al hospital, algo que su abuela apreciaría más que cualquier regalo comprado en una tienda.
Cuando entró en la sala donde la anciana estaba internada, la visión que la recibió le heló la sangre. La bolsa con la comida se le resbaló de las manos y la tiró al suelo mientras gritaba: "¡Abuela!".
Aunque la enfermedad que padecía la había obligado a pasar muchos días en el hospital, nunca había necesitado usar un respirador, por lo que verla así sorprendió a su nieta.
Yvonne corrió hacia la cama de Maggie y, con una voz que se quebró por la angustia, la llamó: "Abuela, ¡estoy aquí! ¡Abre los ojos y mírame, por favor!".
Los párpados curtidos de la anciana se abrieron y una tenue chispa de reconocimiento iluminó sus ojos envejecidos. "Yvonne, por fin has venido...".
"Abuela, ¿qué te pasó?", logró decir Yvonne entre el pánico.
"La enfermera me dijo que te sentías un poco mal y que me extrañabas. ¿Por qué ahora tu condición parece ser mucho más grave?".
"Le pedí a la enfermera que no te dijera nada que pudiera preocuparte. No me queda mucho tiempo...", respondió Maggie.
"¡No! ¡Eso no es verdad!". Yvonne alzó una mano y la colocó rápidamente sobre el rostro de su abuela; luego, procedió a evaluar su estado actual.
Pronto se confirmó lo que Yvonne temía: a Maggie realmente no le quedaba mucho tiempo.
Las lágrimas abrieron caminos ardientes por las mejillas de la chica, mientras la tristeza amenazaba con destrozarle el corazón.
"Yvonne, la vida y la muerte siempre van de la mano. Por favor, no llores".
Los dedos frágiles de la anciana rozaron la mejilla húmeda de Yvonne.
"Saber que mi nieta creció y se convirtió en una gran mujer es mi mayor satisfacción en la vida. Solo me preocupa cómo será tu vida después de que yo me haya ido".
"Abuela, ¡por favor, quédate conmigo!".
La chica secó rápidamente las lágrimas y forzó su voz para que sonara más alegre: "Saldré de prisión dentro de un mes. Después de eso, jamás me apartaré de tu lado. ¿Recuerdas lo mucho que anhelabas regresar a nuestra ciudad natal? Una vez que te recuperes, regresaremos juntas".
"Eso sería maravilloso", respondió la anciana con una mirada que albergaba una ternura infinita. "Y Shane también debería venir con nosotras".
Aunque su corazón sabía que eso no iba a suceder, Yvonne asintió fervientemente: "Por supuesto. Shane también quería venir a verte, pero tuvo que atender algunos asuntos urgentes".
"Está bien, el trabajo siempre debe ser la mayor prioridad".
En ese momento, Maggie sacó un colgante en forma de media luna que tenía debajo de su almohada y lo puso en la palma de su nieta; la joya estaba hecho de jade de la más alta calidad y tenía tallada una figura en forma de ave.
"Yvonne, guarda bien esto y no lo pierdas. Es tu...", las palabras de la anciana fueron interrumpidas por el sonido de la puerta abriéndose de golpe.
La imponente presencia de Shane llenó la sala, ataviado con un traje oscuro que enfatizaba su escultural figura; cada movimiento suyo irradiaba elegancia.
La alegría iluminó el rostro manchado de lágrimas de Yvonne. "¡Abuela, mira! ¡Shane vino a verte!".
Sin embargo, el hombre se acercó con una expresión extraña; su habitual semblante indiferente se había resquebrajado, luciendo inusualmente ansioso y preocupado.
"Yvonne, Jayde necesita una transfusión de sangre con urgencia".
Las palabras destrozaron la felicidad momentánea de Yvonne, que pensó que su esposo finalmente se preocupaba por su abuela, pero resultó que solo le importaba el bienestar de Jayde Davis.
Por supuesto.
A los ojos de Shane, nadie podía eclipsar a su amor de la infancia, su mundo eterno, Jayde; todos los demás parecían insignificantes comparados con ella.
Yvonne luchó por reprimir ese dolor tan familiar que le invadió el pecho.
"Mi abuela está aquí y se encuentra muy enferma. Debo quedarme a su lado. ¿No puede Jayde utilizar los suministros del banco de sangre?", lo cuestionó sin dudarlo.
"Su tipo de sangre es muy raro y no está disponible aquí, y el banco más cercano está a una hora de distancia. Jayde no puede esperar tanto tiempo".
Los dedos de Shane agarraron la muñeca de su esposa con fuerza como bandas de acero y añadió: "Su vida está en riesgo. Tienes que venir conmigo ahora mismo".
"¡No voy a dejar sola a mi abuela! ¡Suéltame!".
Los esfuerzos de la chica resultaron inútiles ante la fuerza abrumadora de Shane.
"Yvonne...", la frágil voz de Maggie la llamó mientras su mano se extendía hacia su nieta. "Nunca te hablé de tus padres. La verdad es que tú...".
"¡Abuela!", gritó Yvonne, pero Shane ya la había sacado de la habitación antes de que pudiera escuchar el resto de las palabras de la anciana.
Aunque el protocolo limitaba las donaciones de sangre a 400 mililitros, él le exigió el doble de esa cantidad, lo que dejó a la chica pálida y temblorosa después del procedimiento.
A pesar de su debilidad, se obligó a ponerse de pie y a apoyarse en la pared mientras regresaba torpemente a la sala donde estaba Maggie.
La escena que la recibió hizo que su mundo se derrumbara: el respirador artificial apagado, la figura inmóvil de su abuela cubierta por una tela blanca...
Las piernas de Yvonne la traicionaron y la hicieron caer al suelo.
El dolor fue tan intenso que ni siquiera fue capaz de derramar una sola lágrima; se arrastró hacia adelante, con sus extremidades temblando incontrolablemente hasta que llegó a la cama.
"¡No...! ¡Abuela...! No me dejes...".
Agarró la mano sin vida de Maggie, ahogándose en olas de desolación.
"Mi más sentido pésame, Yvonne", la voz profunda e indiferente de Shane atravesó la angustia de su esposa.
"Jayde ya se encuentra mejor. Gracias por tu ayuda... Por cierto, requieren que regreses a la prisión de inmediato".
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