Los recuerdos de Elena, desenterrados de las profundidades de su memoria, lo habían mantenido en vilo, danzando como espectros en la penumbra. Se l
cado por líneas duras, sus ojos, antes capaces de sonreír con facilidad, ahora eran pozos de quietud. Había una cicatriz casi imperceptibl
adura, diseñada para pasar desapercibida y, al mismo tiempo, proyectar una autoridad innegable. El peso familiar de su ar
abía enviado el Don con los detalles del piso franco y el protocolo de seguridad de los federales. Cada párrafo, cada coordenada, se grababa en su mente con la mi
en el silencio del apartamento. ¿Por qué el desti
viendo en una red cada vez más apretada. Su hermano menor, Leonel, había caído en una deuda de juego impagable con la familia Vitale, los acree
ctos con los "negocios" de la ciudad. Silvio, un hombre corpulento de ojos astutos, lo h
ale, ¿eh? -Silvio había exhalado una boca
uda, Silvio.
nreído, una son
no son fáciles. Y una vez
Ya entonces, un escalofrío l
lo q
había a
re necesita gente leal. Gente con a
oco más de Elena, de la vida que habían soñado. La culpabilidad lo carcomía, pero la necesidad de proteger a su hermano y, más tarde, la obediencia a la Familia, eran más fuertes. Había deja
ronca, una justificación tardía
a convertido en un fantasma para protegerla, y ahora, como fantasma, debía protegerla de nuevo. La ciudad comenzaba a des
centro. Lucas revisó la ruta en su mente, visualizando cada giro, cada posible punto ciego. Su mente de guarda
con un rugido suave, prometiendo velocidad y potencia. Lucas se deslizó al asiento del conductor, sus manos enguantadas aga
recía reflejar el estado de su alma. La tensión crecía en su interior, un nudo apretado en el estómago. No era miedo, er