, con las manos atadas por finas cadenas de cobre, caminaba descalza detrás del carruaje del tribuno imperial. Cada paso sobre la tie
es, una mujer anciana, un niño y Asha. Nadie hablaba. Nadie lloraba
obe a tierras baldías y más adelante, el rumor de una gran estructura de obsid
leza? -preguntó e
el reverso de la lanza, golp
no preguntan.
o leve. No era su hermano, pero algo de
atravesaron las p
ctura ornamental: eran reales. Custodios antiguos, enemigos derrotados, traidores y profetas olvid
ban las Marcas. La esclavitud no comenzaba con los g
gris, sin rostro, y portaba una vara de
bre
respondió el cust
sitio. Aquí, será lo
a adquirió un resplandor anaranjado. Asha tragó saliva. Nadie la
dil
ndió el brazo izquierdo
seo que no era solo el de la carne quemada, sino algo mpor el dolor. F
po en llamas. Gente corriendo. Una figura alada con
rca se retir
ombre del manto, sus ojos
sa?-dijo
ente. Tú has to
ante que ahora marcaba su piel: tres líneas entrelazadas, como ra
a esclava de
ares más antiguos del Imperio. Su función: cuidar los corredores de ceniza, li
. A veces, lo era en el espíritu. Cada día, debía recitar mil
rvir -decía la Matriarca del Templo, una
cía. Pero
veía llorar ceniza. Otras veces, parecía llamarla por su
el corredor sur, la piedra bajo sus pies
ego. Un Custodio arrastrando una lanza hecha de palabras antigu
rró sin sab
la quedó paralizada. No por
la había
de se almacenaban fragmentos de memoria antigua, capturados en rocas negras suspendidas sobre
Asha
a ella, siglos atrás, levantándose contra sus amos. Vio llamas d
niza entrarl
s demás -dijo una v
a
Su rostro era joven, pero sus ojos antiguos. Una cicatriz cruzaba su
untó Asha. Sin habl
ecuerdo... aún
sapa
he, no
de ella despertara. Supo entonces que su esclavitud no era t
ojos. El susurro antes de partir
ente
sumían cuerpos. Consumían la historia. La
bía comenzad
nizas, no estaba d