ra de
arcaban el inicio de algo que los esclavos evitaban nombrar. Nadie decía "ejecución" en voz alta. Se limitaban
lo entendió antes que la mente. Un escalofrío le bajó por la columna, los músculos se tensaron. Alzó los
y serás
dejó la escoba, limpió con disimulo la ceniza de sus man
l Patio de la
pciones que nadie se atrevía a traducir en voz alta. En el centro, una gran l
osa, un hombr
ado, su mirada al frente. No lloraba. No gritaba. Estaba... quieto. Como si
na escalinata pequeña, donde solo se ubicaban los
a incienso y
l norte, Kael
con las mismas partículas del ritual. Su túnica negra b
tuvo el
n los registros: se trataba de un Recolector de Esencia, un artefacto ancestral en
Ezen: "El alma no se pierde
ajó la cabeza.
su figura se ordenaron con un suspiro. Un hilo de luz roj
r de nombre Silias Kaern entrega su alma a la custodia de las ceni
esto
nces o
to contenido durante siglos, escapó de su garganta. De su espalda brotaron espirales de ceniza ar
ante, convertido en una escu
partícula
un tercer sacerdote murmuraba un canto en un idioma antiguo. Entonces, una c
pudo m
de su padre, la de vecinos enfermos. Pero esto era diferente. Aquí, la muert
madre había susurrado cuando le habl
a tras l
ron a dispersarse,
gún Custodio. Camin
s. Pero algo dentro de sí -tal vez un instinto o un
tuvo e
lentamente. Sus ojos eran más oscuros de lo qu
r qué te t
ncio era su única defensa... y ahora
sura de los labios. Una
unque el miedo a vece
sostuvo en el aire. Dentro, flotaba una
Kaern. Traidor, ladrón de memoria.
as. Era como si reaccionara al recuerdo. Como si la
o impide que un día seas algo má
Que si no lo hacía, perdería una parte de sí. Pero ap
. Sus ojos se clava
no todo lo que muere, desaparece.
mar
o. La losa de obsidiana aún
a vez, no te
ó ol