ncio de
paredes, negras como la noche sin lunas, exhalaban una tristeza sin nombre. Las columnas talladas tenían formas humanoide
claro caía sobre su cuerpo delgado como una segunda piel. Las sandalias eran de cuero endurecido, incómodas, y los p
. Hablar significaría explicar. Explicar significaba ment
o más profundo, como si las cenizas hablaran un idioma sin palabras. En la aldea, su madre le había dicho una vez que
r la mirada cuando sintió el cambio en el air
nces l
to rango. Su cabello oscuro le caía hasta los hombros, y su rostro -grave, anguloso- parecía esculpido por viento y ceniza. Lo
tuvo el
amente. No debía habl
e detuvo fr
a, pero poderosa. Como si no habla
beza. Hizo un gesto lev
ba curioso, no incrédulo. Como si
era su úni
o observaba. Asha sintió que estaba siendo evaluada no po
o, caminó hacia la urna más alta del altar, coloc
ón. Solo un leve resplandor, como bra
in volverse- suelen llev
e f
dejado de latir hasta que sus p
bajo l
Asha no p
a cubrirse. Pero el frío que sentía no venía de las piedras:
trás de los ojos. No había hecho nada para impresionarlo. No
había
¿Qué se siente estar cerca de alguien así todos los días? ¿Era él parte de
on hojas secas, un cuenco y una vela negra. El ritual era simple: encender la vela
era la Memoria Viva
na voz suave en su interior. No palabras, si
as puertas doble
Otra
ndo frente a él. No lo sostenía con las manos. Lo sostenía la
ato. Pero ella sintió q
otr
ncendió la vela como le habían
aen respuestas mejores qu
Luego, su t
os no permiten esclavos cer
dió. Mantuvo l
emen que
s ojos se cruzaron. Él no la reprendió. No la castigó. Solo la obs
Como si una mano invisible le acarici
No la tocó, pero un rastro
ue lo niegues. Y el fuego, ta
ció por el pasadizo lateral, de
e rodillas,
arde si
he, Ash
Que cada paso la hundía más. Que una voz la llamaba
cue
cuerpo. En sus manos, marcas de hollín.
sino el inicio. Que algo la unía a ese hombre, algo más allá de la obedien
. Lo sabía. Lo s
o que no se