n una última visita. Era mi hogar, el lugar
neón rosas y azules habían reemplazado la iluminación cálida. Un olor a ambientador ba
en el centro, riendo, su
arrastrándose", dijo Mateo al ver
barato. "Cariño, no seas malo. Ha venid
te, cada paso una p
lugar, Mateo?", pregunté
el siglo pasado. El flamenco aburre a la gente, Is
mí, su rostro endu
on una mujer que se cree una santa, una mártir. Si
ie con un gest
castigo divino por ser tan posesiva y dramática. A
e humilló públicamente, en el corazón de mi santuari
atisfacción d
nte, a él y a
de su fut
do atrás el eco de sus risas y el fan