silencioso. Empecé a empaquetar mis cosas en cajas, metódicamente
llegaba tarde, ni le preguntaba cómo le había ido el día.
í un trozo de tortilla de patatas que
ese momento, ya vest
, preguntó, s
ayun
la. Se la iba a llevar al estudio". Me miró con pur
lato, cogí mi bolso y salí de casa. E
n él. Máximo le estaba colocando con delicadeza una flor fresca en el moño, sus dedos roza
ces parpadearon y el ascenso
a soltó un gritito de pánico
No pasa nada", la consoló él, su
nvisible para él. Ni siquiera preguntó si estaba biear atrás. Fui directamente a mi despacho, imprimí mi carta d
e despedida. Estábamos en un pequeño restaurante, riendo y re
stás en casa? Se supone que
n mis compañeros.
qué hablas? No te vas a ninguna p
migos se fueron marchando uno a uno, hasta que
a, bien entrada la madruga
, dijo, sin mirarme. "Tenía f
sin sent
ontinuó. "La tuya es su fav
tobillo. Yo estuve a su lado día y noche. Él me había salvado, en cierto modo, de la ruina e
bien",
rado, supe que esa era la última vez. La última c