ó en la
es días, un fuego que los remedio
ientras el sol de Jalisco teñía
, dijo mi padre, Don
tana, con la espalda recta,
rincón, pero sus ojos estaban secos. Para ella
tos llenaban mi cabeza, u
mos que este s
ficado en el alta
a un hombre de v
mis padres siempre quisieron, se acercó
Don Alejandro. Luc
por un médico, por un hospital, por algo más q
mi hermano en la cama p
ciudad," dije. "Nece
mente. Su mirada era d
ra qué? ¿Para que todo el mundo
, es nuestro her
alló la prueba
tencia de muerte. Ese novillo lo
e dejó
. Muestras una f
ra," respondí, mi voz temblando de rabia. "Nec
a carcajada, un s
a tus caprichos. Lo enterraremos aquí, en
ino, su voz su
do. Lo vi ayer, a Leo. Parecía estar mejorando. Mateo exage
icardo era absoluta. Ellos le creían a él, al
s se hiciero
or. Siempre
para tu cuello c
iempre. El amor, la esperanza, la estúpida i
hizo c