arto, emocionada por mi cumpleaños. Ricardo había criado de mí desde que mis padres murieron en
go más profundo, un amor secreto que guardaba en lo más profun
bierta. Me acerqué en silencio y lo vi. Estaba sentado en su sillón de cuero, co
ta y me vio, su expre
of
inó hacia mí. Cada paso que daba resonaba
preguntó, levan
nder. El páni
itó. Nunca me ha
mi diario,
lo que está escrito aquí. Estos pensamient
es. Él era mi tío. Yo era su sobrina. Aunque no compartíamos lazos de
id o Barcelona, sino a un pequeño pueblo en Andalucía donde la universidad apenas era c
us estudios," me dijo,
ía en el mismo edificio y que me preguntaba constantemente por mis horarios, mis amigos, mis salidas
rio Ricardo Vargas se casa con la socialité Elena Torres en una boda de ensueño". Había fotos. Muchas fot
dad de mi pequeño apartamento. Buscaba una señal, un atisbo de duda en su rostro,
a fría formalidad de un hombr
o nacían del amor, ni siquiera de un amor confuso. Nacían de la lástima y de la responsabilidad. Yo era una ca
había limpiado con dinero. Esa comprensión fue más dolorosa que el propio de
rita
e negro y elegante, sosteniendo un cartel con mi nombre. Era el mismo hombre que me habí
ué gusto
or Ricardo me pidió que la ll
as y las guardó en la cajuela. Abrí la puerta trase
por la ventana, pero no veía los edificios ni la gente. Solo veía el rostro furi
inado. Solo había cambi