ono". Cada mensaje era un martillo golpeando los clavos de mi ataúd. Me quedé paralizada en medio de la plaza, mientras la
era a la cara que todo había sido una mentira. Le envié un correo a su asistente, usando mi identidad de ilustradora, solicitando una reunión urg
ro elegante. Me solté el cabello, permitiendo que mis ondas castañas cayeran sobre mis hombros. Me puse un maquillaje ligero, solo para acentu
das de burla, sino de admiración. Un par de hombres se giraron para verme pasar. Fue
erson tuvo un imprevisto, no podrá asistir", fue la respuesta seca. Me había
r una calle poco iluminada cuando sentí que alguien me seguía. Aceleré el paso, mi corazón latiendo con fuer
amente a nuestro lado. Un oficial alto y de aspecto serio bajó del vehículo. "¿Algún prob
. Debería tener más cuidado". Su mirada era profesional, pero había una pizca de preocupación genuina en ella. Me o
una burla. "Escuché que alguien te dejó plantada. Qué pena. Así es la vida, ¿no?". Alguien de la cafetería, pro